Ikigai, un propósito por descubrir

Al adentrarse a la cultura japonesa, uno encuentra términos que enriquecen el camino del despertar de conciencia.

Ikigai es uno de ellos.

Es una palabra, -en ocasiones, pregunta, en otras respuesta-, que resume cuál es tu motivo para vivir.

Para los emprendedores, la fórmula del Ikigai es magnífica. El ejercicio engloba la misión, la pasión, la profesión y la vocación en un solo dibujo.

La mezcla de las cuatro hace visible tu “por qué” para que puedas vivir tu vida en concordancia. ¿Cómo? Desarrollando una serie de hábitos que complementen ese estilo de vida que maximiza tus habilidades y potencial.

Con el Ikigai no hay muchas pretensiones. Es un modelo de trabajo que te permite conocerte mejor y te enseña el camino para  combinar tu vida espiritual con la material.

¿Cuál es tu razón para vivir? ¿Cómo puedes servir mejor al mundo?

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Hacer listas te ayudará a realizar el Ikigai.

Responde:

  1. ¿Qué más amas hacer? ¿Qué te apasiona?
  2. ¿Qué habilidades admirables tienes? ¿En qué eres bueno o buena? ¿Qué se te da con facilidad?
  3. ¿Qué industrias o áreas de trabajo te pagan? ¿Qué servicios o cosas puedes hacer para   generar ingresos?
  4. Y por último pregúntate, ¿Qué el mundo necesita? ¿Cómo las maravillas de tu mundo interno pueden contribuir a las necesidades del exterior?

Una vez descubras tu Ikigai, te invito a hacer una ruta de acciones, un plan de vida o trabajo que sea consecuente.

El objetivo es que vivas tu vida con intención, siendo fiel a tu esencia y confiando en el caudal de luz que eres capaz de aportar a tu alrededor.

Si aún no lo has descubierto, anímate. Ya es tiempo.

Qué esconde la danza árabe

Similar al yoga, esta práctica corporal ha sido masificada, estereotipada y condenada por la sociedad.

La pregunta que hay que hacerse es… ¿por qué?

La danza del vientre, danza árabe o el «belly dance», como es conocida en inglés, tiene múltiples beneficios para las mujeres (y los hombres, ¡que también la practican!) tales como: fortalecer el autoestima, balancear los chakras, corregir la postura corporal, mejorar la flexibilidad, trabajar la zona pélvica y abdominal, favorecer la digestión y despertar la sensualidad, entre otros.

Ayuda a desatar y equilibrar la kundalini, aliviar el estrés, abrir la creatividad y reducir tensiones musculares.

¿En qué momento la vimos sólo como algo «bajo», un elemento de «seducción» o «rechazo» para alimentar la mirada de un Otro? 

Este fin de semana fui a la Convención de Belly Dancing de Miami y tras varias presentaciones y las reacciones del público, me hice estas y otras preguntas.

En Latinoamérica, Shakira fue una de las cantantes que más ayudó a popularizar la danza árabe en el continente pero sus presentaciones formaban parte de un espectáculo. La práctica al igual que sus raíces libanesas-colombianas la distinguieron de otras cantantes pop-rock en la industria del entretenimiento sin embargo, esa jugada no incluía honrar la esencia de esta danza.

Entiendo que tampoco era su rol, como artista, defenderla.

Con eso dicho, son pocas las maestras de danza árabe que actualmente, respetan los orígenes «no-seductores» y más transformadores de estos movimientos corporales.

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Ante la presión porque no se pierda el interés, la mayoría de bailarinas y empresarias recurre a uno de los dos extremos: la técnica o el goce por atención.

A ser muy metódicas y escultoras de sus cuerpos que se pierde la esencia y la diversión o a ser extremadamente coquetas, ruidosas y dispuestas a apropiarse de secuencias de otras culturas sin sensibilidad alguna, todo por hacer un «show».

De ahí que surjan estereotipos que hieren colectivamente a las mujeres que han encontrado en la danza del vientre una forma de liberación.

Creencias y comentarios como:

¿Me vas a seducir?

¿Por qué no me bailas en privado?

A ti lo que te gusta es enseñar los senos y mover el trasero.

Eres peligrosa. ¿Cuáles son tus intenciones?

Si te tienes que vestir provocadora para empoderarte, no eres feminista.

Sin duda, considero que masificar el arte lo destripó de toda emoción para la practicante y no el público espectador. La audiencia se emociona mientras más flexibilidad y más «cachondeo» se exhiba (un poco evocando el morbo silencioso que genera el burlesque).

Es en esta búsqueda de validez externa que se ha perdido la noción de que este tipo de baile permite a la mujer y al hombre empoderarse. Y es que, hasta esa palabra, ni sabemos a ciencia cierta qué significa. La han desgastado tanto que ni creemos en ella.

¿Cómo ayuda al empoderamiento? Enseñándote exactamente lo mismo que cuando aprendes a montar una bicicleta: conciencia de tu cuerpo.

Te permite adueñarte de él.

Una de las primeras lecciones y las principales que rigen el belly dancing tradicional es el movimiento del 8, número, símbolo que representa el infinito.

El abrirte a dar y recibir, mover la energía de adentro hacia afuera y viceversa, forzándote a mantener firme tu centro: el abdomen.

Activa el chakra sacro, el goce y la creatividad. Activa el chakra raíz al pisar fuerte con tus pies descalzos. Activa tu chakra del plexo solar, la voluntad y el «yo puedo», eres merecedora de felicidad, alcanzar lo que te propongas: capaz.

La secuencia de los 7 velos es una de las más preciadas para la transformación consciente así como la danza del sable que permite destruir obstáculos y abrir paso a nuevos caminos.

Novelas como El Clon, versión brasileña y la más reciente Miami-style, centraron el drama y publicidad alrededor del belly dancing. La protagonista, si quiere al hombre, lo seduce primero a través del baile. Si es en colectivo, los hombres esperan que ella haga un show. En la recámara privada, más vale que use los vestidos de colores y los diamantes que le regalaron en una sesión de baile como parte de los preliminares a hacer el amor.

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El punto aquí es resaltar que la tentación no viene del baile, que no tiene por qué rechazar lo erótico, sino de la construcción de significados que le imprimen ciertas culturas.

Si nos remitimos a sus orígenes, encontraremos que las mujeres en Egipto,  Líbano, España, Turquía, Siria y otros países más interpretaban esta danza de maneras diferentes. En sus inicios no era un baile para hombres sino para gozarlo en círculos de mujeres. 

Hoy es difícil encontrar espacios de instrucción que no intenten objetivizar el cuerpo de las mujeres. Bajo el pretexto de «despertar a la diosa» busquen «empoderarlas», «endosiando» sus cuerpos por lo que provocan en otros y otras. No en los beneficios que tiene la práctica para sí mismas.

«Que mejor algo que nada»,  «que no será yoga de la India pero prefiero que sea moda el yoga light y no los videojuegos», «que la mujer aprenda a ser femenina con el belly dancing a lo reggaeton que con los concursos de belleza», así me han dicho.

Ok, lo que veo con esos planteamientos es que el enfoque está en el «hacer algo» y no en el significado de lo que se reproduce. La solución que se normaliza es un parche. Vender la danza del vientre para la mujer que no se sienta sexy, parche. Para mantener la figura, seducir al marido, volverte más linda, más «empoderada», parche.

Parche si no se atiende la raíz.

IMG_4653Usualmente, quien inicia el belly dancing lo hace porque quiere conectarse con su feminidad. Lo que he visto, como practicante, es que quienes se adentran en la práctica de manera genuina buscan explorar su cuerpo, entender la energía dentro de él y sí, fluir, gozar, reír.

Hay demasiada promoción de lo que provoca en otros el título de bailarina de danza del vientre (admiración, atracción sexual, envidia, estatus) y poca en los beneficios personales que esconde. 

Eso es lo que me preocupa y por tal razón, te planteo esta situación.

Seguramente, la puedes exportar a decenas de otras modas y tendencias de tu preferencia y encontrar similitudes o diferencias.

Te invito a hacerlo y preguntarte: 1) ¿en qué momento ocurrió la distorsión?, 2) ¿qué intereses alimentan? y 3) ¿por qué?

Día 9: Siente el amor

 

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Que estas líneas de Dr. Miguel Ruiz en La Maestría del Amor nos sirvan de referencia para este reto del día 9 en el que te invito a iniciar una nueva relación contigo y descubrir cómo se siente el amor. 

¿Cómo lo sientes tú? ¿Cómo sabes que es amor?

Hoy te invito a bailar en tu casa o habitación con las canciones que más te levantan los ánimos por media hora. Esas que no hablan de amores románticos sino de pura buena onda. Desata el espíritu que llevas dentro y déjate llevar por la música que tanto conoces, que tanto te hace disfrutar. 

Sin juicios, sin pensarlo tanto, dale permiso a tu cuerpo de sentir y elevar tu vibración.

Luego mírate al espejo y descifra… ¿de dónde viene tu sonrisa?

 

 

Los caminos que elegimos

Puede que, quizás, tal vez elegimos caminos por las expectativas que tenemos de ellos. Quizás no tanto porque queramos vivir la experiencia que ofrecen, las lecciones que tienen para enseñarnos.

Tal vez queremos entrar con un rol asignado y no abrirnos a la posibilidad de que el andar nos cambie. Quizás, tal vez, emprendemos una ruta queriendo una imagen exacta del destino final y nos olvidamos… que todo camino tiene obstáculos, malezas, paisajes, recompensas.

Si el miedo te paraliza, si te cuesta cruzar el umbral, puede que no sea el tiempo todavía. Puede que no estés mal. Los caminos son sólo eso: veredas hacia un algo, un qué, una meta.

Elige cuáles según cómo te sientas, no compares la imagen de éxito tuya con los trayectos de alguien más. Esto te lo digo porque tu experiencia de ruta sólo la vivirás tú. El resto de nosotr@s seremos testigos, transeúntes, canales, compañeros de viaje, maestros o estudiantes de aprendizaje.

Somos y seremos seres de luz, igual que tú, buscando entender y sentir esta cosa -a veces dolorosa, a veces divina-que llamamos vida.

Namasté.

Ayer, hoy y siempre.

Fluir

Sumergirse en el agua fue fácil hasta que olvidé respirar.

¿Cuánto podemos aprender del agua? Es moldeable, contiene, desborda, acoge, refresca, ahoga. Con la temperatura se transforma, con el espacio se conforma. Es paciente, temerosa, abundante, escasa y vasta en uniformidad.

Nos recibe, nos expulsa, nos mueve, nos paraliza.

Es, a mi parecer, de las mejores maestras naturales para enseñarnos a fluir.

Recuerdo cuando fui a un cenote mágico en Tulum. Mágico porque, según la leyenda de ciertos ascendidos, ahí habitaba «el abuelo». Regresaba de un viaje muy fuerte física y emocionalmente en Costa Rica y me recomendaron visitarlo y hablar con él.

No esperé ver el cenote tan comercializado y preparado para atender a decenas de turistas hippies de varias partes del mundo y el resto, familias enteras sacándose miles de fotos.

Me zambullí. Comencé a nadar estilo mariposa aunque mi cuerpo anhelaba bucear como hacía en los ríos de Puerto Rico. Tuve problemas para sostenerme en la faena porque me faltaba aire.

Continué por unos minutos pero no pude disfrutar más, empecé a sentir pánico.

 

Salí del agua para recorrer la estructura toda escondida y descendida. La corriente del agua es lenta y el piso es inestable, a veces te topas con formaciones rocosas a relieve, árboles y hábitats de peces o tortugas.

Me moví de zona y calculé la profundidad del agua en una cueva que colindaba con el otro extremo del cenote. Una cueva de un centenar de metros de distancia. Nadé y al poco tiempo, volví a sentir pánico. Me apresuré ya por nadar como si mi vida dependiera de ello, me faltó el aire.

Olvidé respirar.

Sorpresa la mía cuando mis pies ya podían caminar sobre el piso de arena blanca como las estrellas y miré hacia atrás.

Hacia la inmensidad.

Conecté con el agua cristalina, la sentí deslizarse por mi piel como mantequilla líquida, me recosté de las estalactitas, busqué al abuelo pero no lo encontré.

Entre parejas que querían capturar besos en una foto, me eché a flotar.  Permití que el agua hiciera lo que quisiera conmigo. Inundó mis oídos, cubrió mi cuerpo como un manto, me transportó por el cenote. Y abrí los ojos sólo para ver el cielo más azul saludarme de vuelta. Sonreí y los peces me golpearon los pies.

¿Qué sucede cuando fluimos? Confiamos. Somos.

Nos quitamos el peso de cómo debería ser la vida. Descubrimos que hay suficiente aire para llenar nuestros pulmones.

¿A qué nos resistimos a sentir, a creer, a vivir? ¿Qué nos quita en vez de aportarnos?

¿Por qué tememos dejar ir?

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Puede que una de las mayores lecciones que nos toca aprender no es soltar el control sino saber cuándo.

Por aferrarme a una versión antigua de mí misma, bloqueé la nueva mujer en la que me había convertido. Diría que no conscientemente ni por el cómfort sino porque cuesta construir sobre lo incierto. Haber mudado piel te deja preguntándote si la actual te queda bien, si la mereces y qué te falta para vivir al cien. Como antes, porque nuestro marco de referencia es el pasado y no lo posible. Lo posible es intangible y nos enseñaron que lo que no está escrito y comprobado no es una apuesta segura.

Fluir es saber cuándo confiar en la corriente. Fluir es ir por el sueño y arriesgar el aire con tal de llegar a un hermoso lugar. Fluir es reconocer que, ante el peligro, sabemos nadar. Fluir es entender que al dejar ir el control, pasará lo que tenga que pasar y de la más elevada manera.

Namasté hoy y siempre.

-Natalia

P.S. Encontré al abuelo, en otro post les contaré qué tal fue.