Kintsugi, el arte japonés de reparar la vida

Screen Shot 2018-07-29 at 2.19.00 PMAplicado a las rupturas de corazón y bienestar humano.

He seguido el trabajo de Candice Kumai por casi un año por lo que cuando dio a conocer que lanzaría un nuevo libro sobre Kintsugi, no dudé en esperarlo con ansias.

Kumai ha sido una de las pocas chefs en su campo más honestas con las pérdidas dolorosas que ha sufrido en su vida personal y profesional. Su más reciente obra literaria es producto de más de cinco años de sanación y reconocimiento de su cultura ancestral.

Como japonesa-americana, crecer en EE.UU. supuso un dilema a su identidad y las expectativas sociales, culturales y, en ocasiones, contradictorias a la que estuvo expuesta desde muy temprana edad.

De entrada puedo describir el libro como un viaje muy bien curado de Japón. El diseño fotográfico y el contenido denota mucho cuidado y hasta un poco de contención. Si bien Kumai relata el recorrido emocional que vivió en sus múltiples viajes a Japón para reconectar con su familia y aprender de ellos, no extiende por mucho ese diálogo con el lector.

Pasa directo a compartir los pilares del Kintsugi, el arte japonés de reparar con oro las fisuras en las cerámicas. Según los japoneses, cuánto más fracturada y enmendada está una vasija, más aumenta su valor.

Kumai extendió esa interpretación a las fracturas de su vida y nos comparte cómo podemos nosotros aplicarlas a la nuestra.

El tipo de trabajo que nos plantea, tomando inspiración en la cultura de la nación del Sol naciente (y pueblo guerrero y sobreviviente de guerras, terremotos, tsunamis, etc), está dividido en 10 principios que explico a continuación:

  • Wabi-sabi: Admirar la imperfección 

Nada ni nadie es perfecto. La juventud y los tiempos tampoco lo son. Por eso acepta la belleza cuando la tengas de frente y prepárate para los momentos de sufrimiento. Simplifica tu vida, trabaja en el amor propio y en dejar atrás los juicios y las comparaciones. Abraza la imperfección.

  • Gaman: Ejercitar la resiliencia

Aquí trata el caso del tsunami 2011 y el espíritu del pueblo que en vez de desesperarse por el trauma, mantuvo la calma y el (aparente) control. Plantea que cuando vivamos tiempos difíciles, descansemos lo que el cuerpo nos pida, cortemos con los excesos (azúcares, alcohol, drama, etc) que nos impiden pensar claramente, meditemos, tomemos acción y nos ejercitemos, etc.

  • Eiyoshoku: Nutrir el cuerpo

Escucha las necesidades de tu cuerpo y no le temas a cocinar platos que sí lo nutran. En este capítulo comparte varias recetas.

  • Ki o tsukete: Aprender cómo cuidarnos apropiadamente

Vela por tu salud y separa el tiempo que necesites para recargar baterías, escuchar tu intuición y tomar decisiones que aporten a tu bienestar. Suelta el miedo de cortar o poner límites a toda relación o acción que te cause daño. Enfócate en lo positivo. Aquí ella repara en las costumbres de Okinawa, una isla nación que fue controlada por Japón en 1953, y cuya población ejercita a ser una con la Naturaleza.

  • Ganbatte: Siempre hacer tu mejor esfuerzo

Da lo mejor de ti, prepárate para los desafíos, sé puntual y confía en tu capacidad de que si diste tu 100 % (a pesar que otras personas no lo vean así) fue más que suficiente.

  • Kaitzen: Mejora continuadamente

No detengas tu crecimiento personal ni profesional. Siempre hay áreas donde puedes mejorar.

  • Shikata ga nai: Aceptar lo que no se puede remediar

Para los japoneses, no es bien visto quejarse. Está el concepto de «ocurrió, ya no se puede hacer más nada». Por ende, se busca aceptar lo que no se puede remediar y continuar el camino.

  • Yuimaru: Cuidar tu círculo interno de personas

Concíliate con ser parte de tu comunidad. No temas mostrarte vulnerable cuando te sientas así. Haz el compromiso de ser parte de ella y dejarte abrazar, sostener, amar.

  • Kansha: Cultivar una sensación sincera de gratitud 

Dar gracias por los dones que tienes y las ofrendas de servicio que recibes de otras personas. Cultivar la gratitud implica, para los japoneses, también sonreír desde el corazón y esa es una práctica que toma tiempo y requiere de ti, paciencia.

  • Osettai: Servir a los demás, entregar regalos que hagan sus vidas mejor

Comparte tu talento, tus conocimientos, tu hospitalidad y los deseos de tu corazón.

Cada principio cuenta con su propio capítulo en el libro con una sección dedicada a recetas que debo reconocer, ya he probado algunas increíbles como los pancakes de batata, (sweet potato) o las tostadas de aguacate con miso.  Estoy aún por conseguir el matcha orgánico pero lo tengo en mi lista dado que hay muchas recetas de postres y entradas principales en las que se puede incluir este.

 

Terminé la lectura complacida porque los que me conocen saben que la cocina es una de mis pasiones y, en otra vida y de la que sí tengo memoria fui japonesa, así que fue significativo para mí conocer más del archipiélago al que muy pronto espero viajar.

¿Es un libro para todo el mundo? Honestamente, no.

Kumai explica referencias culturales que dan pie a sus 10 principios, anteriormente expuestos, pero no profundiza en el impacto que estos tendrán en nuestras vidas. Sí es un libro estéticamente muy bonito, su lectura es ligera y definitivamente, hay una historia y trabajo de curación encomiable que lo sustenta.

Lo que sí considero que nos aporta este libro es que no olvidemos que la vida tiene altas y bajas, la alegría y la tristeza, el placer y el sufrimiento y todos sus matices de grises son parte de nuestra experiencia humana. No valemos menos por haber sufrido más que otros, en cambio plantea la idea de que al abrazar nuestras imperfecciones y heridas sabremos valorar más nuestro carácter. Estamos aquí hoy.

Tienes el poder de elegir tus maestros

Hay un placer que evoca ser estudiante, sentir que estás aprendiendo…que creces. Sin embargo, con ciertos procesos olvidamos que así de importante puede ser el maestro o la maestra como el tiempo que decidimos pasar con él o ella.

Muchas veces postergamos los cortes por la sensación de familiaridad, el entendimiento del lenguaje, el comfort de saber qué esperar y qué dar. Voluntariamente, creamos una relación de dependencia con esa persona a la que vemos como fuente de conocimiento o quien te hace las preguntas correctas, te aclara la visión, te representa como espejo.

Hoy no quiero entrar en la dinámica de maestro y estudiante que amantes de la psicología podrán encontrar decenas de teorías para explicar.

Sólo quiero invitarte a reflexionar bajo qué circunstancia estableciste lazos con maestros espirituales (familiares y de pareja, etc) y por qué los cultivas.

¿Qué ganan de ti? ¿Qué ganas de ellos?

  1. Estamos rodeados de maestr@s. Cada persona tiene algo que enseñarte. Sin cundir en la paranoia que puede generar esta aseveración y el pensamiento tan descabellado de que, «lo que veo en otros está en mí, lo que me disgusta y me separa de otros es lo que reprimo en mí», la buena noticia es que tú decides a quién escuchar y cómo deseas aprender.  
  2. Cuando te abras a compartir con tus maestros en un curso o en la vida «real», ten en cuenta que ellos compartirán su conocimiento contigo pero proyectarán en ti sus caminos y (¿por qué sí o por qué no?) inseguridades. Que eso no está bien ni mal, sólo que reconozcamos cuándo nos hablan a nosotros de nosotros y cuándo se reafirman en sus lecciones ellos mismos.
  3. Al iniciar una práctica o proceso nos sentimos muy alegres, aliviados, inseguros, retados. Pensamos en la mejora, los sacrificios, las horas, el resultado. Olvidamos que, si las lecciones no tienen un tiempo establecido (no son cursos formales sino platicas al azar), en algún momento ya habremos superado la lección. Bajo la excusa de que «nunca terminaremos de sanar ni de aprender» porque el universo tiene tantos misterios que se salen de nuestra comprensión, permanecemos en esta relación con maestros porque conocemos su fórmula, aprendimos su lenguaje, nos sentimos en confianza para cuestionar. Es en esa circunstancia que, las líneas del respeto humano se pierden y empezamos a admirarlos, alabarlos y endiosarlos perdiendo de vista que son seres igual que nosotros (con egos trepados algunos).  Mi invitación es a que te plantees si en este proceso actual necesitas un@ nuev@ maestr@ para evolucionar. 

Esta es una reflexión que me llegó hoy luego de un encuentro con una maestra de vida en Miami. Comprendí, en nuestra última plática, que dábamos las mismas vueltas de siempre sobre un asunto de otra dimensión que quizás más adelante les contaré.

No sé si se ven reflejados o han encontrado fórmulas para manejar mejor su despertar, pero si las han encontrado agradezco sus recomendaciones.

Hay días en que cansa ver todo como un aprendizaje, pensar que cada interacción es un reflejo de cosas que no hemos trabajado dentro. Hay días que sinceramente (y les invito a hacerlo si les agobia igual) me desconecto del mundo espiritual porque activar la mirada crítica del testigo experimentando el cuerpo es un tremendo problema en la práctica, en lo material.

La misma desconexión incluye alejarme de la cantidad de información que otros maestros, entrepreneurs, coaches y ascendidos comparten en las redes sociales con el fin de «educarnos», «empoderarnos». O, más bien «recordarnos» lo jodidos que estamos si algún día decidimos no prestarle atención a las labores del «despertar y la conciencia» y más si ese día es hoy, por lo del eclipse solar, la luna nueva y otras vainas más. No caigamos en las presiones de ese márketing de contenidos, por favor.

Cada día que pasa me convenzo más en que la vida es más sencilla de lo que pensamos. Que todas estas ideologías, religiones y filosofías buscan complicarla más para encontrarle razones a por qué los seres humanos no podemos relacionarnos en paz. Mejor dicho, por qué no sabemos coexistir.

Quizás no sabemos o no somos capaces porque nuestras energías se enfocan tanto en aprender y no en vivir. (Porque pareciera que vivir es de «salvajes» o espíritus libres amantes de la anarquía. Ya sé, más casillas, más casillas).

De camino a casa, platiqué con un artista argentino que me recordó los cambios revolucionarios. Mientras intercambiábamos historias de viajes, él me dijo en una instancia «tranquila, la vida pasa».

Así. Sin más. Sin interpretaciones de las posibles lecciones de cada viaje. Sin recomendaciones de a dónde ir después. Sin frases bonitas.

Me quedé con la incógnita de si, en el camino al despertar, hemos dejado de vivir la vida sólo por estudiarla. 

Nos hablaron tanto de que siguiéramos nuestro propósito en la vida que perdimos de vista algo tan sencillo como respirar.

Por eso culmino este post invitándoles a que disfrutemos de las cosas simples y nos atrevamos a lo extraordinario: Si no todos los días, de vez en cuando y de mil en vez…seamos.

A ver si algo pasa, a ver si no pasa nada.

Los caminos que elegimos

Puede que, quizás, tal vez elegimos caminos por las expectativas que tenemos de ellos. Quizás no tanto porque queramos vivir la experiencia que ofrecen, las lecciones que tienen para enseñarnos.

Tal vez queremos entrar con un rol asignado y no abrirnos a la posibilidad de que el andar nos cambie. Quizás, tal vez, emprendemos una ruta queriendo una imagen exacta del destino final y nos olvidamos… que todo camino tiene obstáculos, malezas, paisajes, recompensas.

Si el miedo te paraliza, si te cuesta cruzar el umbral, puede que no sea el tiempo todavía. Puede que no estés mal. Los caminos son sólo eso: veredas hacia un algo, un qué, una meta.

Elige cuáles según cómo te sientas, no compares la imagen de éxito tuya con los trayectos de alguien más. Esto te lo digo porque tu experiencia de ruta sólo la vivirás tú. El resto de nosotr@s seremos testigos, transeúntes, canales, compañeros de viaje, maestros o estudiantes de aprendizaje.

Somos y seremos seres de luz, igual que tú, buscando entender y sentir esta cosa -a veces dolorosa, a veces divina-que llamamos vida.

Namasté.

Ayer, hoy y siempre.

Cómo diseñar experiencias de viajes

En este vídeo Andrea Eberle, fundadora de Viajes con Espíritu, nos enseña el proceso de diseñar experiencias de viaje.

 

Si quieres conocer ejemplos de temáticas e historias para viajeros y viajeras esta cápsula es para ti.

 

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(Foto de portada cedida por Andrea Eberle)

Andrea Eberle: El espíritu de viajar

Tal vez te hayas hecho la pregunta: ¿hay lugares, ciudades, países que nos llaman?

Si así ha ocurrido, te has cuestionado… ¿por qué?

Conocí a Andrea Eberle, fundadora de Viajes con Espíritu, hace poco más de un mes. Un amigo en común me refirió conocerla. A partir de entonces, hablar con ella ha sido un aprendizaje continuo, una muestra perfecta de que el universo te pone en el rol de estudiante y maestra de otras almas destinadas a conocer.

Puede o no que estuviese escrito en mi camino cruzar palabras con ella sólo sé que me llamó mucho descubrir a alguien que diseñara experiencias de viaje.

Me sorprendió saludar a un alma viajera tan sabia, a tiempos niña y a otros, anciana, en diferentes momentos y en segundos también.

Con más de 25 años de experiencia en la industria del turismo (y nómada desde la infancia), la emprendedora argentina dio un giro a su estilo de vida luego de la crisis financiera de 2008. Un viaje a la India ese año… su sanación.

Tras liderar dos empresas, Andrea fue reformando su compañía Viajes con Espíritu para incorporar lo aprendido en espiritualidad, turismo responsable y exploración de lugares de poder. Hizo el cambio porque entendió que hay quienes buscan viajes de despertar y transformación.

Dialogar con ella es, a veces, como entrar en un trance. Escuchar a una filósofa de la vida contarte el día a día en un idioma fantasioso e increíblemente, real.

Hoy afina los detalles para su próximo viaje a la India en septiembre, un grupo de unas 20 personas que no hablan el mismo idioma. Sin embargo, como facilitadora Andrea priorizará el respeto de cada cultura visitada y que cada viajero viva su propio proceso en colectivo y en individual.

Me senté a hablar con Andrea antes de que su agenda se apretara aún más para que la conocieran y, en otro post, subiré un vídeo de ella contándonos la importancia de diseñar viajes como experiencias (y temas como el yoga, el ayurveda, la gastronomía, etc) y cómo permitir que la magia suceda.

Porque quizás nos enseñaron a ser turistas pero en esencia, el estilo de vida de viajeros o viajeras -a algunas almas- nos resuena más.

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