Fluir

Sumergirse en el agua fue fácil hasta que olvidé respirar.

¿Cuánto podemos aprender del agua? Es moldeable, contiene, desborda, acoge, refresca, ahoga. Con la temperatura se transforma, con el espacio se conforma. Es paciente, temerosa, abundante, escasa y vasta en uniformidad.

Nos recibe, nos expulsa, nos mueve, nos paraliza.

Es, a mi parecer, de las mejores maestras naturales para enseñarnos a fluir.

Recuerdo cuando fui a un cenote mágico en Tulum. Mágico porque, según la leyenda de ciertos ascendidos, ahí habitaba «el abuelo». Regresaba de un viaje muy fuerte física y emocionalmente en Costa Rica y me recomendaron visitarlo y hablar con él.

No esperé ver el cenote tan comercializado y preparado para atender a decenas de turistas hippies de varias partes del mundo y el resto, familias enteras sacándose miles de fotos.

Me zambullí. Comencé a nadar estilo mariposa aunque mi cuerpo anhelaba bucear como hacía en los ríos de Puerto Rico. Tuve problemas para sostenerme en la faena porque me faltaba aire.

Continué por unos minutos pero no pude disfrutar más, empecé a sentir pánico.

 

Salí del agua para recorrer la estructura toda escondida y descendida. La corriente del agua es lenta y el piso es inestable, a veces te topas con formaciones rocosas a relieve, árboles y hábitats de peces o tortugas.

Me moví de zona y calculé la profundidad del agua en una cueva que colindaba con el otro extremo del cenote. Una cueva de un centenar de metros de distancia. Nadé y al poco tiempo, volví a sentir pánico. Me apresuré ya por nadar como si mi vida dependiera de ello, me faltó el aire.

Olvidé respirar.

Sorpresa la mía cuando mis pies ya podían caminar sobre el piso de arena blanca como las estrellas y miré hacia atrás.

Hacia la inmensidad.

Conecté con el agua cristalina, la sentí deslizarse por mi piel como mantequilla líquida, me recosté de las estalactitas, busqué al abuelo pero no lo encontré.

Entre parejas que querían capturar besos en una foto, me eché a flotar.  Permití que el agua hiciera lo que quisiera conmigo. Inundó mis oídos, cubrió mi cuerpo como un manto, me transportó por el cenote. Y abrí los ojos sólo para ver el cielo más azul saludarme de vuelta. Sonreí y los peces me golpearon los pies.

¿Qué sucede cuando fluimos? Confiamos. Somos.

Nos quitamos el peso de cómo debería ser la vida. Descubrimos que hay suficiente aire para llenar nuestros pulmones.

¿A qué nos resistimos a sentir, a creer, a vivir? ¿Qué nos quita en vez de aportarnos?

¿Por qué tememos dejar ir?

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Puede que una de las mayores lecciones que nos toca aprender no es soltar el control sino saber cuándo.

Por aferrarme a una versión antigua de mí misma, bloqueé la nueva mujer en la que me había convertido. Diría que no conscientemente ni por el cómfort sino porque cuesta construir sobre lo incierto. Haber mudado piel te deja preguntándote si la actual te queda bien, si la mereces y qué te falta para vivir al cien. Como antes, porque nuestro marco de referencia es el pasado y no lo posible. Lo posible es intangible y nos enseñaron que lo que no está escrito y comprobado no es una apuesta segura.

Fluir es saber cuándo confiar en la corriente. Fluir es ir por el sueño y arriesgar el aire con tal de llegar a un hermoso lugar. Fluir es reconocer que, ante el peligro, sabemos nadar. Fluir es entender que al dejar ir el control, pasará lo que tenga que pasar y de la más elevada manera.

Namasté hoy y siempre.

-Natalia

P.S. Encontré al abuelo, en otro post les contaré qué tal fue. 

Tratar de sobrevivir entre huracanes y terremotos

Seguro es fácil decir que el nivel de devastación de un huracán es el mismo en todas partes pero no. Lamento asegurarles que NO es lo mismo vivir un huracán en una isla que en un territorio que forma parte de un continente. El saber que estás rodeado por agua y que no puedes escapar juega con la psiquis de los pueblos y más en el Caribe, cuya economía depende principalmente del turismo, la agricultura y el sector de servicios.

Ningún desastre natural es fácil de vivir. Pero quiero hacer claro que un huracán no es un terremoto, el terremoto devasta en segundos y su fuerza es letal, sí. Sin embargo, un huracán tiene hasta 48 horas para azotar, inundar y arrasar con TODO lo que encuentre a su paso. Acaba con vidas, casas, tierras y todas fuentes de economía de un país. Miremos nada más lo que le ocurrió a Barbuda, un territorio que quedó INHABITABLE.

Tras dos años cubriendo el Caribe anglófono y francófono, viajando a islas que están por debajo o al mismo nivel del mar puedo constarles hoy, con toda certeza, la vulnerabilidad de estos pueblos. La región no será la misma después de esta terrible devastación.

Yo viví el huracán George de 1998, categoría 4 y que dejó a la isla sin electricidad por unos dos meses. En mi calle tres vecinos perdieron sus casas y tuvimos que ayudarlos a recoger las pocas pertenencias que les quedaban de entre los escombros. Por semanas me bañé en el río al que caminaba a pie y lavé ropa tallada contra las piedras con la gente de mi barrio. No fui a la escuela por un mes y mi comida era pan con mantequilla porque mi familia y muchas otras no tenían forma de acceder al pueblo y ni pensar en llegar a la capital o área metropolitana. Las carreteras cerca de la zona rural y vulnerable donde vivíamos colapsaron. Dos meses estuvimos sin agua, cuatro meses después llegó la electricidad a mi barrio.

El huracán María entró a Puerto Rico categoría 5 después de haber devastado a las Islas Vírgenes de EE.UU. y Británicas y Dominica.

Hoy a distancia se sufre con todas estas imágenes porque sabemos lo difícil que es la recuperación y que, dada a nuestra ubicación y no ser países muy «importantes» o «reconocidos» para las masas, podemos ser una causa perdida. Puerto Rico más aún con la terrible crisis económica.

Por eso les pido ayudar en lo posible, con lo que puedan. El espíritu solidario y el bolsillo de uno a veces no da para atender tantos desastres a la vez pero la difusión de información de ayuda también cuenta.

Ayudemos a México y al Caribe, aquí información de cómo. 

Aquí un fondo para ayudar a las comunidades más vulnerables del Caribe azotadas por el Huracán María: http://www.mariafund.org/

Por su apoyo, tiempo y oraciones para la recuperación de nuestros pueblos, gracias.

Cómo la prensa mexicana revictimiza y criminaliza a las mujeres

El 65 % de participantes mexicanas del mapa documental «Ser mujer en Latinoamérica» opinó que los medios de comunicación en México revictimizan a la mujer, la culpan de los abusos cometidos contra ella y la criminalizan. Además, consideraron que la prensa local reproduce estereotipos machistas y perpetúa la misoginia en la cultura del país.

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Presentación del informe «Ser mujer en México»

El pasado 2 de septiembre presentamos en Ciudad de México los resultados de las 138 mexicanas que participaron en el mapa documental Ser mujer en Latinoamérica.  Aquí te exponemos la primera parte del documento en torno a políticas públicas que más afectan la vida de las mujeres.

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