Cuando descubrí que no todas las mujeres valíamos lo mismo

Ante los imaginarios creados por los medios de comunicación.

IMG_2634.jpgA la izquierda está la única foto que me tomé en Ciudad de Guatemala. Por más que intenté, la ética no me permitía sonreír. Ver mis ojos a través de la cámara del teléfono fue confirmar que mi desconsuelo era un eco de la tragedia a mi alrededor.

Cubrir los días después del incendio en Hogar Seguro de San José de Pinula en marzo de 2017 fue desgarrador. Significó mi quiebre emocional, mental y físico por varias razones. En un período muy corto de tiempo vi, entrevisté y viví lo que era la violencia: estatal, directa, cultural y mediática a nivel internacional.

Hoy quiero compartirles sólo un breve relato de esa cobertura traumática que me hizo entender que, para ojos de las estructuras sociales (Estados, prensa, comunidades), no todas las mujeres valemos lo mismo.

He querido escribir esta lista en un esfuerzo por sanar una herida que aún no he podido atender del todo porque representó una puñalada a mi vocación por el periodismo y la responsabilidad social, algo que casi toda mi corta vida amé y defendí.

Ya no más.

  • El 8 de marzo, día del incendio, cubría la marcha de las mujeres en Ciudad de México. Me publicaron por primera vez unas líneas en The Guardian y mi emoción fue grande y a las horas, eclipsadas al ver la noticia en Guatemala.
  • Tuve una corazonada de que debía ir. Esa noche le escribí a múltiples editores para avisarles que iría a Ciudad de Guatemala, que quería cubrir la historia de más de 43 niñas asesinadas. Esperé un sí, luego un quizás y sólo recibí muchos “no”.
  • Las respuestas de los editores internacionales no me persuadieron. Fui porque sentía que debía contar esa historia, porque entendía que lo que ocurrió no era un suceso aislado, un feminicidio institucional en potencia.
  • Los días siguientes asistí a varias vigilias y charlas en Ciudad de México de feministas y activistas pidiendo justicia por las niñas de Guatemala. Sólo para encontrar que el clasismo y el racismo estaban a flor de piel. Escuchar a señoras, inclusive profesoras, en las vigilias decir que el suceso no sorprende porque “seguramente eran indígenas” y de paso, callando a otras guatemaltecas y guatemaltecos presentes por “no saber” cómo defenderse del Estado.
  • Para el lunes de la semana después, obtuve un quizás y llegué como paracaídas dispuesta a quedarme lo que fuese. (En este punto, quiero agradecer públicamente  la ayuda de dos colegas periodistas Joyce y  que me ofrecieron guía y fuentes)
  • Vi las ceremonias, asistí a las marchas, entrevisté a familiares de las niñas, percibí el dolor en las calles, la desidia de los hombres, la forma en que un hijo le decía a su madre que por qué perdía su tiempo en el tributo si las niñas “ya están muertas. Vámonos ya”.
  • Fui al instituto de ciencias forenses, caminé todas las calles hacia el sistema de justicia, buscando respuestas, viendo si el Gobierno decía algo.
  • Una abogada me presentó el vídeo inédito de 30 minutos de cuando sacaron las niñas del Hogar Seguro, vi sus cuerpos quemados, sus alaridos,cómo los vecinos las acostaban en el piso, cómo borrachos les tiraban lo que parecía ser alcohol en sus caras y se reían…se reían.

Para cuando envié nuevamente las historias con fotos y todo, los mismos editores que me decían meses atrás que para publicarme un reportaje de las mujeres y la paz en Colombia debía entrevistar a víctimas llorando, me negaron la publicación.

«Es muy local Natalia. No veo cómo puede interesar a internacional.»

«Es muy macabra la historia Natalia. No sé por qué buscas reportar cosas así de tristes.»

«41 niñas, son muy pocas. Escríbeme cuando suban a 50 y hablamos.»

Mi asombro y decepción fue tan grande que todavía no lo puedo describir bien aquí.

¿Cuántas niñas más debían morir?
¿Cuánto vale la vida de una niña? ¿Blanca, morena, indígena?
¿Cuánto vale la vida de una mujer?

¿Cuánto vale mi vida?

¿Por qué el valor de un ser humano se cuantifica?

Convencer para que publicaran fue muy desgastante. Sólo cuando vieron que más medios publicaban las protestas fue que decidieron enviar corresponsales de su plantilla pues… conocidos pues… de primer Mundo pues… porque sólo el Norte es neutral para contar asuntos del Sur, como una vez uno de los altos directivos de France 24 me dijo en la cara, como una vez un editor de BBC Mundo me explicó en una solicitud de empleo. Los latinos, ex colonizados, no nos sabemos reportar. No nos sabemos sentir, entender, explicar. Ese es el mensaje que recibí una y otra vez, que el buen periodismo viene de afuera, de periodistas del Hemisferio Norte llenos de muchas garras y sueños de cubrir el mundo, de decir que estuvieron en Colombia, Pakistán, Siria, Irak sólo para ganar el reconocimiento de sus colegas, ganarse premios y decir que trabajan por la responsabilidad social, es decir, ni por la violencia ni por la paz. (Que conste que, de los muchos que he conocido, sí hay colegas -y amigos y amigas periodistas- muy sensibilizados y conscientes de su mirada hacia el «Otro» y no caen dentro de ese patrón).

Peones de la industria, fuimos, somos y seremos peones de la industria. Una industria cuyo origen mercantilista no le permite sentir ni padecer. Una industria que premia la reproducción de la violencia y no visibiliza, en igual o mayor medida, las soluciones por la paz. 

La cosa es que yo me eduqué en el Norte. Con la mentalidad estadounidense. Con títulos de EE.UU., Puerto Rico, Inglaterra, España. Yo trabajé para empresas internacionales y sé muy bien cómo manejan los medios las noticias como productos.

Tal vez como periodista independiente fallé en que no supe vender bien las historias, no fui lo suficientemente sensacionalista en mis reportajes, no les daba la sangre que buscaban, el conflicto para vender más miedo e inestabilidad.

Y sin embargo… para la historia que sí reunía todos los requisitos, el país no era prioridad. No se podía llamar feminicidio a las “muertes de niñas quemadas”, no valía denunciar el trato infantil, el embarazo adolescente, la violencia sexual, los abortos clandestinos, el miedo que viven día a día en sus casas, en las calles, escuelas, espacios de trabajo y frente al gobierno las mujeres.

Porque, eso es muy local. Muy macabro. Muy de pobres. Muy de unos pocos dejados a su suerte y que ante las miradas de gente en el poder (de afuera, que alimenta el morbo -y no el genuino interés- por lo exótico), sus vidas y lo que ocurra en ellas no valen.

Yo no quiero extenderme más. Como leerán, me queda mucho por trabajar a nivel interno esta historia que me llevó a emprender, no sólo el mapa documental Ser mujer en Latinoamérica, sino mi propio camino de sanación y espiritualidad.

Sin embargo, entiendo que, este escrito, es un paso necesario para continuar mi sanación y el estudio multidisciplinario hacia la paz de género. Para conciliarme con una profesión que me dio mucho, que tiene el potencial de ayudar a tantas personas, si es que los que toman decisiones en los burós dejaran de ser consumidos por la rutina y la venta. Si es que entendieran que detrás de estas letras, hay humanos y humanas viviendo historias y que no todas, para ser historias dignas de ser contadas, tienen que ser violentas.

Me consta que somos más las personas que trabajamos por la paz, que aportamos nuestro granito de arena, que queremos el bien para esta sociedad. Me consta que somos más y que el miedo, la violencia que percibimos es sólo un imaginario creado por la maquinaria mediática, un mecanismo para mantenernos adormecidos y bajo control.

El miedo paraliza, el miedo nos corrompe, el miedo nos aleja del amor.

El miedo no nos deja ver la solución. Nos quita responsabilidad de nuestras vidas, pensamientos y actos. Delegamos esa tarea a alguien más que nos cuide, nos proteja, nos quiera en el bien y no en la maldad.

Ojalá llegue el día que no miremos a la prensa para validar nuestra existencia. Que no busquemos prestarle atención a lo que ocurre en nuestra casa, vecindario, pueblo o nación sólo cuando alguna figura ilustre, Nobel de la Paz, cantante o presidente reaccione ante los medios de comunicación.

No deleguemos el poder de reconocer nuestra valía a estructuras estatales, mediáticas, religiosas o culturales. Aún este escrito te creará un imaginario y sé que no tengo control alguno de tu interpretación.

Por tal razón, les invito a educarse en lectura crítica de medios, a entender cómo tu realidad ha sido construida por los medios que consumes (radio, tv, redes sociales, periódicos, libros, memes, canciones, etc). Les invito a examinar el origen de sus creencias, si realmente son suyas o se las han inculcado de manera directa o indirecta.

Sólo les diré que mi intención con este escrito es hacer catarsis de mi historia, adueñarme de mi presente y dejar atrás los capítulos inconclusos de mi pasado como periodista, amiga, ciudadana, mujer y ser. Sólo así reafirmaré mi compromiso por la paz por y para todas: despojándome del dolor de las memorias que marcaron mi vida e invitándoles a ustedes a tomar las riendas de sus procesos de transformación.

Sólo así construiremos paz… no en teoría, sino convirtiéndonos en ella en la práctica cada día y…los días que hagan falta.

Si aún no sigues el reto de 21 días Volver al Amor, te invito a conocerlo en este blog. Es un esfuerzo dirigido a conocer los desequilibrios de energías y la fuente de vibración para entender cómo podemos sanar interna y luego colectivamente.

Si llegaste hasta aquí, gracias por tu tiempo. Gracias por leerme.

Te mando mucha luz,

Natalia

Qué me llevó a repensar el mundo

 

En mi encomienda por explicar el mundo comprendí que solo reproducía una visión negativa y hegemónica del sistema:

  • Donde vemos conflictos que no tienen fin
  • Donde vemos tensiones entre países y personas y dudamos de las intenciones de cada cual

Tuve que detener la grabación de la Agenda Internacional y las cápsulas para definir un nuevo plan de acción. Sin embargo, no contemplé lo complicado de esta tarea.

Tal y como les mostré a los participantes del taller Lectura Crítica de Medios el pasado mes de noviembre, nuestra percepción del mundo es principalmente mediática. Todo lo que ocurre no es más que una construcción que varía según quién lo interprete, los intereses de las empresas de comunicaciones, gobiernos en el poder y los actores que rigen las narrativas hegemónicas.

Tomó un tiempo interiorizar que inequívocamente la balanza del mundo, de las relaciones internacionales, se inclina hacia la guerra y no a la paz. Que se ha enmascarado la armonía entre personas, razas y pueblos bajo el concepto de la «seguridad». ¿Por qué? Porque se ha normalizado o centralizado la noción de que el ser humano es egoísta por naturaleza y de acuerdo a los realistas, primera escuela de pensamiento de RRII, los Estados también.

Analizamos bajo el crisol de que nuestra naturaleza ya está descifrada, de que somos egoístas y por ende, cualquier intento de suprimir el ego es una farsa. ¿Cómo podemos esperar que los Estados hagan igual?

A este punto, debo reconocerles que por varios meses estuve peleada con el periodismo por reproducir ciclos de negatividad y destrucción que sólo beneficiaban a los que buscaban controlar a la población.  Tuve un momento en 2017 en que no quería reportar más, mis manos se rehusaban a escribir y sentía bloqueos físicos a lo que mi mente procesaba como un engaño.

Llegué a sentir que, como reporteros, habíamos caído en el juego y que no teníamos poder decisional. Incontables veces me decían mis colegas, es que proponemos buenas historias, cosas positivas, nuevos ángulos pero nuestros editores nos dicen que nos olvidemos, que eso no vende. Además, escuché el lado de los editores que me decían que la presión venía de la gerencia porque claramente, el periódico, página web, canal de televisión era una compañía con fines de lucro y había que complacer a los anunciantes con temas que dieran ratings.

Y se normalizó que el ráting sólo podía venir del sufrimiento propio o ajeno. Porque en este lado del charco, nos enseñaron que sufrir era parte de la vida y que los budistas con sus vainas de «sufres porque vives en el pasado o en el futuro y no en el presente» eran pamplinas. Pintaron la metafísica y las disciplinas orientales como esotéricas, lavados de cerebro, demasiado aire que no tenía practicalidad. ¿Quién fue el o la genio y con qué propósito?

Cuestionar lo aprendido era y es mal visto. Cuestionar lo que hay es un desafío a la norma y más importante aún, conlleva una gran responsabilidad. Porque cuando despiertas ya no puedes recostarte y seguir de víctima, despertar implica actuar y muy pocos adultos queremos aceptar esa carga. Más porque no hay un solo camino, una ruta que solucione tantas vertientes que nos afectan.

Me tomó un tiempo dialogar sobre esto con múltiples maestros y colegas internacionalistas para comprender el entramado de este sistema. Lo nocivo que es y en qué nos está (y ha estado) convirtiendo. Inseguridad, pobreza, desigualdad, violencia, ciclos que se repiten y acciones para contrarrestarlos que parecieran no ser suficientes.

La lucha del bien contra el mal pero el mal es más fuerte. Así nos lo recuerdan los medios, los gobiernos, los vecinos con sus miedos y advertencias.

¿Qué origina esta mentalidad? Yo no tengo una respuesta concreta.

Los suscriptores del boletín de Cosmopolita  y los seguidores del blog habrán notado que he dado un giro más filosófico, holístico y sociológico a los análisis y al contenido. En esta etapa de mi vida, hoy les reconozco que ya no puedo ser parte de este ciclo dañino, que no hago ningún servicio positivo reproduciendo la misma negatividad que ya hay.

Por eso estoy en mi proceso de realizar cambios, que sé que no se darán de la noche a la mañana pero que espero que con esta redirección el blog y nuestra comunidad pueda encontrar espacios seguros de diálogo, deconstrucción y reflexión sobre nuevas formas de pensar individual y colectivamente.

Estoy consciente de que no todo en la vida es un paseo al parque ni que los sistemas políticos, económicos y sociales son lo mejor que puede haber pero sí es importante que nos abramos a la posibilidad de que así puede ser y así será si lo proponemos.

Como habrán leído en el post Equilibrar la dualidad, en 2017 pasé por un programa espiritual para aprender a hacer balance interno entre mi luz y mi sombra.

Al iniciar el 2018, he buscado la forma de extrapolar ese concepto a lo internacional pero todas mis hipótesis me llevan a la misma conclusión: hay que hacer trabajo interno.

  • Identificar qué nos enseñaron y a qué nos exponemos
  • Deconstruir y repensar el origen de nuestras relaciones (personales, profesionales, políticas, internacionales, etc)
  • Abrirnos a descubrir, aprender y construir nuevas formas de pensar y vivir que supongan un crecimiento holístico del ser humano y la Humanidad por extensión

Abrirnos a que la ruta hacia el ser puede ser muy diferente de persona en persona, que lo que me sirva a mí puede que no te sirva a ti. No por eso dejemos de despertar y conocer.

Emprendamos caminos y compartamos procesos, si están abiertos, en comunidad.

Yo estaré más que dispuesta al diálogo. Aprendamos.

-Natalia

 

 

 

Por qué es importante la lectura crítica de medios

La lectura crítica de medios es una destreza que nos permite procesar los mensajes de los medios de comunicación a los que nos exponemos.

Para lograr realizar esta tarea, recurrimos al pensamiento crítico y a la lógica para encontrar respuestas a los intereses detrás de cada historia. Cuestionar lo que se presenta, partiendo de que los emisores son sujetos de sus circunstancias y percepciones de lo que es real o no, nos permite formar opiniones más educadas sobre algún tema en específico.

Al informarnos mejor como ciudadanía logramos defender mejor nuestros derechos humanos y civiles y fortalecemos nuestra gestión como ciudadanos y/o sujetos políticos.

Quizás en algún momento de tu vida habrás escuchado que eres un consumidor de noticias. La clave aquí es entender que puedes consumir consciente e inconscientemente y que los paradigmas que damos por ciertos alteran nuestra visión del mundo.

La lectura crítica de medios es un proceso que toma tiempo, paciencia y dedicación. Sin embargo, es una herramienta muy útil porque nos ayuda a entender -a varios niveles de la psiquis-, que los medios de comunicación manipulan la información presentada según sus intereses empresariales, partidistas o sociales. También, es importante porque nos incentiva a buscar múltiples fuentes para corroborar datos y formar posturas y planteamientos relacionados.

En una era de la posverdad y donde abundan las noticias falsas, hoy más que nunca debemos tomar responsabilidad por el tipo de contenidos al que estamos expuestos y evitar reproducir datos como si fueran ciertos sin antes velar por su procedencia.

El objetivo aquí no es caer en la paranoia individual o colectiva sino, al contrario, sensibilizarnos al impacto de las noticias en nuestra percepción de lo que ocurre en nuestro entorno, país y alrededor del mundo y eventualmente, tomar decisiones políticas y cotidianas más acertadas. 

 

Colombia: No más periodismo de paz con narrativas de guerra

Lo más triste que me ha tocado comprobar por tercera vez en Colombia es cómo el ser humano es capaz de naturalizar altos grados de violencia.

Levantarse y odiar la «hijo e’ puta» vida, consumir la negatividad en los medios de comunicación como si fuera adicción porque «hay que mantenerse informado», debatirla en espacios públicos y privados hasta el cansancio, y no darse oportunidades de desconectar. ¿Cómo desconectarse si el país y el mundo está podrido? Si para exorcizar demonios hay que esperar algún partido de fútbol (el opio de muchas masas), y sólo en esos encuentros, es seguro gritar y pelear «civilmente» porque está socialmente permitido. Ni hablemos de la salud mental o la violencia doméstica, entre tanta cobertura del conflicto y las negociaciones de paz, ¿qué sabemos de ella?

El conflicto armado en Colombia trascendió todas las esferas de lo civil y lo rural, de los comunistas vs. el Estado, de la religión y las costumbres, lo público y lo privado.

Hizo un quiebre en la psiquis individual y colectiva desde hace más de dos décadas cuando se convirtió en «cosa de buenos» y «lo más sensato» buscar la paz. Sin embargo, ni el Estado ni diferentes actores nacionales y regionales han logrado encarnar con sus acciones esa palabra al punto de que los medios de comunicación se hagan eco de su significado.

Aspirar a la paz en estas tierras es un ideal inalcanzable si no existen reformas en los medios de comunicación, sus directivos e integrantes. El conflicto ha creado un trauma colectivo de tal magnitud que no importa cuántos acuerdos de paz se firmen, gran parte de la sociedad sigue sintonizada a la guerra por ser una zona de comfort, el pan de cada día, la narrativa que no hay que cuestionar, el dolor al que siempre se puede recurrir, la mentalidad justificada que poco hay que cambiar.

Lo presenté en mi investigación para la CEISAL 2016 y lo vuelvo a reiterar en mi capítulo «Una paz ¿colombiana? imaginarios políticos reforzados por los medios de comunicación» para un nuevo libro de la Universidad Santo Tomás (2017): es la prensa nacional (e internacional), regida por intereses partidistas y económicos, quien carga con la mayor responsabilidad de crear y sostener discursos de guerra que provocan más deterioro social.

 

No más periodismo de paz con narrativas de guerra.

Curso: Lectura crítica de medios

 

Curso en línea disponible a partir del 27 de octubre de 2017
Imparte Natalia Bonilla, periodista y productora independiente
¿Quieres aprender cómo los medios presentan y manipulan la información sobre las luchas sociales, los derechos humanos, el cambio climático y la violencia de género, entre otros temas?
Este curso introductorio te ofrecerá las herramientas para entender cómo funciona la prensa, cómo evaluar las fuentes y la calidad de la información presentada y te ayudará a estar más consciente de los contextos en que surgen las coberturas noticiosas.
Desde quién escribe o presenta una noticia, qué mensajes prevalecen y por qué motivos sus emisores buscan manejar la opinión pública hasta cómo se representa mediáticamente la “realidad”.
En este taller evaluaremos algunos casos importantes de estudio en Latinoamérica y el rol de la prensa en presentar las historias. También, al inscribirte recibirás material de estudio y ejercicios de práctica para que aprendas a leer entre líneas, cuestionar la cobertura mediática y finalmente, puedas informarte mejor.
 Hay dos modalidades que puedes elegir tomar para este curso. Reserva tu espacio aquí. 
 Modalidades del curso de lecmedios

 

¿Quién lo organiza?

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Natalia Bonilla es periodista y productora con coberturas en más de 10 países de Latinoamérica, Europa, Medio Oriente y EE.UU. para medios internacionales como El Pais, The Guardian, National Geographic y Public Radio International. Posee una Maestría en Relaciones Internacionales de la Universidad de York; una Licenciatura en Periodismo de la Universidad de Puerto Rico; un Diploma de Posgrado en Periodismo de Conflictos y Paz de la Universidad Autónoma de Barcelona; un Certificado en Medios y Conflicto de la Universidad de Herzliya, en Israel; y un Certificado en Periodismo Humanitario del rotativo internacional El País.

Bonilla también es gerente de proyectos y consultora de negocios y medios de comunicación. Cuenta con más de 8 años de experiencia en la producción y gestión de proyectos periodísticos, culturales y empresariales en el Caribe, Latinoamérica y el Reino Unido.