Naufragué, kilómetros antes de llegar a la orilla. Las pruebas del viaje, los monstruos que batallé, los días y semanas sin ver tierra y las dudas, agotaron la energía que tenía en mí.
El desgaste emocional era tal que, para el tiempo que pedí ayuda al Universo, a Dios, a la Diosa, jamás esperé que el barco de rescate fuese una persona. Habíamos coincidido par de veces compartiendo pequeños retratos de aventuras por el mundo, yo con Gaia y ella con los saberes ancestrales de la India. Esta vez nos vimos. Yo resuelta a dejar de luchar con el agua en el cuello, lista para mi destino. Aceptar el naufragio, el fracaso, las pérdidas. Ella lista para dar, ofrecer sus saberes, abrir puertas bloqueadas.
Fue en un encuadre de mis constelaciones familiares que me hizo notar mis puntos ciegos. Los hizo visibles para mí. Descubrí, aturdida entre tanta información cósmica, que todo el tiempo había nadado con un ancla halando mis pies hacia las profundidades del mar. Un ancla que no quería conscientemente ver, que le restaba importancia, que mi ego no quería reconocer… ni agradecer.
Describir el tumulto de emociones que experimenté la tarde de ayer sería una odisea en estos momentos. Sería revivir historias, personajes, contextos. Llegué a mi cama deshecha y sin embargo, clara. En paz. Porque todo cumple un propósito.
Mi mayor lección fue hablar de corazón ante al universo y decirle “Aquí estoy. No conozco tus leyes y estoy lista para aprender. Enséñame el juego”.
Hoy desperté con los ojos puestos otra vez en la muy alcanzable orilla, esperando las coordinadas del viento para nadar a consecuencia. Agradecí el ancla que ató mis piernas por tanto tiempo y dejé ir las energías de ella que no me pertenecían, aceptando las decisiones que otros tomaron por mí. Por más injustas que me parecieran, por más culpable que me “debía” sentir.
Mi trayecto me ha llevado ahora a ser aprendiz de las leyes del ”Tiempo” y su relación con todos los elementos que nos rodean. Ese es mi karma heredado, la herida que vine a sanar en esta experiencia terrenal.
Aquí estoy. Respirando de nuevo. Educándome en el arte de fluir de la mejor y más elevada manera posible.
A todos los náufragos y salvados que me leen, namasté.