Desde hace milenios, el ser humano ha querido uno, dos o tres de los siguientes resultados: amor, sanación y despertar. Cómo lleguemos a estos fines y qué tan cooperantes seamos con la ruta hacia ellos, determinará la evolución de nuestra alma.
Ha pasado casi un año desde que leí el libro Radical Beauty, una obra de Deepak Chopra y Kimberly Snyder, y el pasado fin de semana (con la energía del eclipse revuelta y las resoluciones de cambio) lo volví a revisar buscando unos apuntes nutricionales. Sin embargo, terminé leyendo nuevamente el libro y encontrando una respuesta a una de mis actuales pesquisas.
En el capítulo «Belleza Espiritual», Chopra y Snyder presentan que para alcanzar el bienestar del alma el camino que elijamos debe ser:
- Inspirador
- Ser compatible con nuestra personalidad y tendencias
- Elegir su recorrido no nos debe causar estrés ni dificultad
Con esa claridad, ambos autores proceden a exponer tres caminos de evolución que consideré nos serían de mucha utilidad a los que andamos interesados en temas del despertar:
El camino del amor y la devoción: Quienes eligen este camino buscan alegría, despertar a las bellezas del mundo y profundizar en el amor. Al ser inspirados por las creaciones materiales, naturales o espirituales hechas por amor, el objetivo de los peregrinos es sentir el amor incondicional en sus adentros y ofrecer devoción a la fuente de ese amor infinito. La meta final es alcanzar la luz divina.
El camino de la acción y el servicio: Quienes escogen este camino están en búsqueda de crecimiento espiritual y ser siempre la mejor versión de ellos mismos. (Entiendo yo que muchos coaches de vida y conferencistas de motivación entran aquí.) El alma de las personas que apuestan por este andar dinámico se regocija al sentir que aprende y se vuelve más expansiva. Atrás queda el deseo de obtener el conocimiento sólo para ti y emprendes acciones para compartirlo en libertad; servir y ayudar a otros a alcanzar su máximo potencial también.
El camino del conocimiento y la verdad: Quienes escogen este camino tienen una sed de conocimiento y entender la realidad «más allá del velo de la ilusión». Según explican los autores, el mundo físico o material no es suficiente para satisfacer su deseo de la verdad por lo que dedican su tiempo a la lectura, investigación, pensamiento. La meta de este camino mental es disfrutar el silencio del entendimiento espiritual, material, etc.
En mi caso particular, siento que viví ya dos caminos en esta vida. Puedo referenciar a mi nodo sur emprender el camino del conocimiento y la verdad y a mi carrera de periodista, el camino de la acción y el servicio. Sin embargo, les puedo asegurar que al leer nuevamente las descripciones no me veía transitando ni en presente ni a futuro esos dos últimos. Siento que el que estaba destinado para mi alma es el camino del amor y la devoción.
Esto se los comento porque, como Chopra y Snyder dicen, ninguno es más correcto que el otro. Todos son iguales. Es por tal razón que les hago este señalamiento porque, según nuestros contextos familiares y sociales y las mañas de nuestro Ego, puede que estemos en caminos que no eleven o respondan con fluidez el potencial de nuestra alma.
Hoy veo el primer camino como el más alineado a mí, si dejo a un lado las máscaras. Resulta que cuando me enfoqué en el periodismo, sí adopté una postura de type A y tratar de conseguir ser la mejor periodista que podía ser. Eso tuvo muchas secuelas en la salud de mi cuerpo, reprimí muchas de mis emociones por verme más «profesional» en el tipo de sociedad en que la ejercía. Cuando empecé a adentrarme al mundo espiritual, emprendí el camino del conocimiento y la verdad sólo para darme cuenta que si bien estaba sobre estimulada mentalmente, emocional y físicamente tenía muchos reparos y conflictos, algunos de los cuales ya les he expresado en el blog y que me inspiraron a realizar el Reto de 21 días: Volver al amor.
En fin, que espero que esta información les aporte un poco de luz porque a mí ciertamente, me aclaró mucho la vida que quiero vivir y la ruta hacia ella.
Namasté queridos lectores y lectoras,
Natalia