Al ver recientemente los nuevos filmes The Favourite (2018) y Mary Queen of Scots (2018), la pregunta que rondaba mi cabeza era la misma: ¿reinas que gobiernan o son gobernadas?
Empiezo este escrito reconociendo lo básico: ambas películas son interpretaciones de hechos históricos. Licencias poéticas fueron empleadas en los guiones; las miradas de los directores son distintas en estética y profundidad.
Y sin embargo, un hilo conductor había entre ellas: reinas del imperio británico, en diferentes períodos históricos, influenciadas, reprimidas, silenciadas por hombres.
El objetivo de estas líneas no es explorar una guerra entre sexos. Al contrario, reflexionar sobre la percepción simbólica, material y emocional de una «corona».
Preguntarnos… ¿qué realmente es el «poder»?
The Favourite relata la historia de la Reina Anna en la Inglaterra del siglo 18, su condición física deteriorada, sus amores lésbicos, su vulnerable estado mental y emocional por la pérdida de sus 18 hijos.
El filme toma su tiempo en desarrollar la típica trama de ambición por el poder.
¿Qué estamos dispuestos a hacer para llegar a la cima?
¿Qué nos motiva a desafiar los códigos de ética, moralidad y respeto humano?
¿Qué tanto queremos la riqueza por la riqueza misma y no, realmente, por temerle más a regresar a una vida de pobreza?
Mientras se desenvuelven los amoríos y el juego emocional de la Reina Anna, interpretada impecablemente por Olivia Colman, es su amante y dama de confianza Sarah Churchill quien representa a la casa real y dirige los asuntos del imperio.
La duquesa de Malborough, interpretada por Rachel Weisz, ejerce su rol en las cortes vestida de hombre, sus cabellos recogidos, su lengua afilada y en ocasiones con una mirada de hielo para hablar de par en par.
Pero su temple es desestabilizado por la joven Abigail quien no reparará en mentir, golpear y persuadir para alcanzar sus objetivos de convertirse en la favorita de la reina.
Esta historia no culmina con ningún aliciente ni una moraleja extraordinaria. Su última escena es una de las más perturbadoras, eternas y confusas que he visto en los últimos años. Todo porque busca replantearnos que… en las relaciones de poder, quien siempre ha tenido el mando encuentra la forma de hacer al «inferior» sentirse «menos».
Un gran contraste encontramos en la película Mary Queen of Scots, una obra ejemplar aunque no haya un consenso en la industria sobre su dirección.
Hay muchas opiniones encontradas en torno al guión «feminista», el presupuesto, la incómoda interpretación de Margot Robbie como la reina Elizabeth I y la fuerza dramática de la joven Saoirse Ronan en el papel protagónico como Mary.
Sin embargo, refiriéndonos al tema de este escrito es una joya preciada para entender cómo se desenvuelven las dinámicas entre hombres y mujeres, reinas y súbditos, personas de diferentes identidades nacionales.
Quien ostenta la corona debe servir a un pueblo, debe dirigirlo y ser digno representante de él.
Quien ostenta la corona, se dice, es «prisionero» de esa posición y tiene que cumplir con la carga simbólica, las expectativas que recaen sobre la misma,
Quien ostenta la corona lidera a costa de grupos de personas que quieren arrebatarle el trono y quedarse en el poder.
¿Qué ocurre cuando quien ostenta la corona es mujer?
Intenta ser líder en un «mundo» de hombres.
La reina Elizabeth I no pudo tener hijos, eligió verse a sí misma como un hombre y tratar a su consejo de hombres como par.
La reina Mary de Escocia intentó aliar fuerzas con Elizabeth, una narrativa que se refuerza magistralmente en el filme, bajo la bandera de la «sororidad».
Mujeres que deben aliarse entre sí porque sus consejos de hombres buscarían dividirlas con cizañas.
La reina Elizabeth I reprimió su sexualidad, su belleza decayó y aunque no la presentan en la película, tan maleable por el aval de los hombres se muestra consciente de que un paso en falso la puede despojar de todo «poder».
La reina Mary se refugiaba en ser «pura de sangre», la verdadera «reina» del imperio y superior de Elizabeth. Buscó asegurar su ascensión al trono al casarse con un inglés y tener un hijo en común por esa lógica de que este heredero uniría las dos coronas.
El miedo consumió a Elizabeth; la soberbia a Mary.
Sin importar cuántos planes y estrategias de protección empleó la última, siempre fue recordada por su hermano, su esposo, su consejo y sus súbditos cuán «no bienvenido» era su liderato.
El diálogo más rico transcurrió en una reunión secreta entre Elizabeth y Mary (según algunos historiadores esta reunión nunca ocurrió, fue inventada para propósitos de la película).
En el intercambio de palabras, Mary pide ayuda a Elizabeth cuando ya le están pidiendo su cabeza en su reino y los tambores de guerra se escuchan cada vez más altos.
Mary le implora a su «hermana» que la proteja, que intervenga y Elizabeth descubre que el miedo de la escocesa era más grande que cualquiera que ella misma pudiese sentir.
La revelación ocurre cuando Elizabeth le dice que a pesar de tanta belleza, fuerza, feminidad y capacidad de tener hijos Mary realmente no tenía «poder» porque todas esas virtudes habían sido usadas en su contra por los hombres.
Mary le recuerda a Elizabeth que ella es su superiora por orden sanguíneo y juega su última carta sabiendo que tiene todas las de perder.
Y así fue…
Sin duda, esta ha sido una de las películas que más he disfrutado ver en mi vida porque la libertad no existe aún para aquellos en puestos de poder y más si eres mujer. Te lleva a replantear si por más que una suba de rango, el sistema se mantiene para vigilarte y gobernarte: tu valía condicionada a tu capacidad reproductiva y a tu «buen comportamiento» (sí, desde siglos y hasta la actualidad).
Al final, ¿cuál recomiendo? Mary Queen of Scots. Te llevará a reflexionar la génesis del poder, la fragilidad del ser humano, la bio política, las divisiones por religión y nacionalismo. Es un filme que te enseña, al igual que The Tudors o Braveheart, cuán bajo y honrados las personas podemos ser… y … ¿por qué?
Muy buenas reseñas. Tendre que ver las dos películas.
Como republicano, solo puedo decir que las monarquias, comunmente, tenian como «cabeza» reyes solo en el sentido ceremonial y simbólico, con el poder repartido en una clase noble «atrás» del trono.
No solo a las reinas las hacian menos. A muchos reyes también.
Sí, te las recomiendo, hay mucho por analizar. Entiendo lo que dices sobre los reyes como «figuras simbólicas», tanto hombres como mujeres, la pregunta es ¿qué tanta carga se les impone a cada cual? ¿Por qué es más fácil degollar y ensuciar a las reinas mujeres que a los hombres? No sólo está la noción de tener reyes que «aparenten» y se comporten de «cierta manera» sino que siempre hay quienes conspiran para quitarles el poder y asumir esa posición. ¿Por qué se codicia algo tan simbólico cuando su influencia no es «tangible», «real»? Es un poco como la lección de Lord of the Rings, codiciar el anillo por el anillo mismo (la corona por la corona misma) y no realmente por el impacto, la influencia, el dominio sobre una nación. En fin, de reyes del imperio británico solo conozco la historia de Henry VIII por tanto escándalo, películas y libros escritos sobre su figura por lo que no sabría comentar otros casos. Sin duda, conocer las historias de otras reinas – más allá de las trilladas Elizabeth Tudor, Victoria, Maria Antonieta, la Reina Isabel de hoy – te lleva a pensar en tiempos, progresismo, esclavitud de pensamiento, rango, ¿cuánto el ser humano se ata a los simbolismos de posiciones de poder o liderazgo que se supone representarían libertad, goce, autonomía? Realmente… en sociedad, ¿se puede ser «libre»? Interesante por demás, déjame saber qué te parecen cuando las veas, un gran saludo Corsario!
Muy buena reflexión. Pero regreso al punto. También muchos reyes hombres la pasaron muy mal.
Para reinas, Isabel de Castilla. Ya no las hacen así.
Como anarquista, voy mas allá: ¿Realmente podemos ser «libres» fuera de la sociedad?
Yo creo que, irónicamente, requerimos de una sociedad libre para poder ser libres en nuestra individualidad.
Solos somos esclavos de nuestras necesidades y circunstancias.
Unidos, juntos, así si podemos ser libres. Pero como iguales, no como amos y súbditos.
Coincido en que podemos ser esclavos de necesidades y circunstancias pero para alcanzar esa comunidad idílica donde todos, juntos, unidos, seamos iguales habría que alcanzar una conciencia colectiva elevada y una cultura que no premie la separación, los deseos del Ego por encima de la armonía en comunidad. Se ve inclusive hoy los efectos de quienes abogan por la igualdad de derechos humanos pero no quieren que nadie les dicte cómo quieren vivir ni que se homogenice los estilos de vida, las formas de vestir. Iguales pero diferentes y es en esa diferencia donde estriba la riqueza de las relaciones pero también su talón de Aquiles. Puede que en repúblicas no hayan amos y súbditos persés pero solo se reemplazó un sistema por otro, seguimos respondiendo al gobierno, las autoridades y quien esté en poder. Hay una deferencia que nos hace «mantener el orden» y comportarnos de «cierta manera» para no buscarnos problemas. Se dice en la política que se enmascara el concepto de seguridad bajo la libertad, la tergiversación de que estamos seguros si estamos siendo vigilados por cámaras 24.7. Pero sí… pensando en que podemos superar la «barrera» que impone los reinos persés ni grupos elite controlando la reproducción de mensajes y los medios de comunicación, las relaciones personales en sí estriban en poder. Sólo hace falta otra persona para definirnos y decir, soy más fuerte o más débil que ella o al revés; quiero dominarlo o quiero que me domine. Quizás la libertad realmente en elegir a conciencia cómo participar de estas dinámicas y respetar que ese Otro comparta o difiera en percepción de las mismas. Un saludo!