Creo que cuando entramos en una relación estamos preparados, o buscando, una montaña rusa de emociones. Es como si nuestro interior dijera, ¡vamos! Se siente bien, tranquilo, peligroso, excitante y no en respuesta a algo, puramente hormonal.
Si es una relación de pareja, hay un deseo sexual, una ilusión de amor que se asemeja a la pintura que nos hemos creado en los años de consumir películas, canciones, libros, testimonios, experiencias que más nos han gustado. Si es una relación afectiva con familiares, mascotas, amigos o colegas, hay un deseo de conexión, ser entendidos, comprendidos, bienvenidos, amados.
Mientras documentaba un post genérico para el blog, Energía masculina y femenina 101, me cuestioné mis desbalances energéticos. Quién fui a raíz de ellos. Cómo me comporté con los que más quise, cómo me trataron y cómo respondí.
Vi una progresión en mi vida afectiva que más bien puedo describir así:
- Etapa de niña (0-12 años)
- Etapa de sumisa (12-15)
- Etapa de rebelde (15-18)
- Etapa de incomprendida (18-22)
- Etapa de te quiero (22-23)
- Etapa de no soy nadie sin ti (23-27)
- Etapa de yo puedo sola (27)
- Etapa de mamá de mi misma (27)
- Etapa de Rebelde (28)
- Etapa de Parálisis (28-29)
Y aquí estoy. En la etapa 11, el cálculo de mi numerología, la que llamaré Despertar. Como empata he vivido muy profundo mis relaciones y me he tenido que alejar, distanciarme, porque no siempre fueron sanas. No siempre estuve bien emocional, física y mentalmente para enfrentarlas. Espero con este reto mejorar. A diario, hago cambios pero sólo en la constancia veré su impacto.
Hace un año atrás comencé a tomar cursos de sexualidad sagrada, a trabajar mi femenino, ya que lo tenía ahí pero me rehusaba a prestarle atención por aquello de… «no pues, me van a ver débil». Después de ir a varios círculos de mujeres comprendí que ese tipo de interacción con otras y conmigo misma era lo que más necesitaba cultivar.
Escucharme, sentirme, llorarme, motivarme, mimarme. Si no me tomaba en serio en esta parte, ¿cómo lo haría para alguien más? ¿Cómo sería mejor hija, amiga, prima, tía, pareja…? ¿Cómo podría «ser» si no me aceptaba por completo? ¿Si no reconocía que ambas energías estaban corriendo en mi cuerpo en deficiencia?
Mi desequilibrio lo encontré en sentir demasiado y no exteriorizarlo. En cambio, paralizarme cuando alguien que quería me mostraba afecto o era muy expresivo. En confiar que lo que yo sentía era suficiente para sostener una relación de dos. En cumplir con las expectativas de otros porque si los quería, debía hacerlo para que me quisieran de vuelta. En intuir lo que el otro sentía sin necesidad de pedirle que lo expresara ni en palabras ni en hechos. En sentir y no pensar en qué quería para mí misma.
¿Por qué me ensimismé en mis sentimientos? ¿Cómo confié tanto en que el otro era un reflejo de mi mundo interno? ¿Cómo pretendí construir un futuro, una conexión, sin una base real de comunicación?
En el reto de hoy Día 4 te invito a explorar quién fuiste en tus relaciones y si en alguna de ellas, encontraste un desequilibrio de tu energía femenina. Te invito a que escribas una lista de tu vida afectiva como método de reconocimiento de tus etapas, las lecciones que te dejaron y si en algo explica, cómo los demás reaccionaron o actuaron contigo.
Acá te dejo un post sobre Energía masculina y femenina 101 que te puede servir de utilidad.