En este vídeo Andrea Eberle, fundadora de Viajes con Espíritu, nos enseña el proceso de diseñar experiencias de viaje.
Si quieres conocer ejemplos de temáticas e historias para viajeros y viajeras esta cápsula es para ti.
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(Foto de portada cedida por Andrea Eberle)
German Dehesa – Viajar
Viajar no es algo que necesariamente nos confiera virtud, o enriquecimiento espiritual, o amplitud cultural. Conozco a un buen número de personas que han estado en todo el mundo y jamás han perdido su virginidad neuronal, ni su recia condición de acémilas maiceras. Conozco también a un viejito muy sabio que jamás abandonó su jarciería en Pátzcuaro y podría haber dialogado fructíferamente con Sócrates o con Marsilio Ficino.
Sólo una vez intentó viajar mi cuate michoacano y encaminó sus pasos rumbo Santa Clara del Cobre que queda a unos cuantos kilómetros, pero, según me contaba, nada más salió de Pátzcuaro y sintió que el corazón lo llevaba de regreso a su lugar.
Así pues, los viajes en sí, ni quitan ni dan. Y mucho menos ahora que, vayas donde vayas, siempre te encuentras con el mismo puesto de hamburguesas y la misma tienda de Banana Republic.
Con Marco Polo, o con Hernán Cortés, viajar tenía su emoción, pero la invención del turismo y los paquetes y las agencias de viajes han venido a trivializarlo todo. Los espacios para el riesgo y la aventura se han adelgazado y ya hasta un betabelito gringo, mediante el sencillo pago de unos cuantos millones de dólares, puede ir al espacio exterior y regresar con la misma cara de pantufla con la que se fue. Bien mirado, es mucho más riesgoso para un habitante del DF ir a Tepito que al Nepal (a menos que tenga parentesco con la familia real).
El único viaje que implica el riesgo total y ofrece la mayor de las aventuras es el tan antiguo y tan nuevo viaje de un cuerpo a otro cuerpo; de un ser a otro ser. Aquí sí no hay manera de obtener seguros o adquirir reservaciones. El amor es la gran invitación al viaje. Para cumplirlo habré de viajar a oscuras, dice San Juan, y dejar mi casa abandonada. Llegaré a territorios que tendrán otra historia y otra geografía. Toda flor, toda colina, toda espesura, toda playa tendrá que ser nombrada. Y habrá fieras y tormentas de nieve, soles calcinantes y lunas derramadas. Muy audaces tendrán que ser los viajeros que se recorran con firme y tierna intrepidez. Sólo perdiéndose podrán irse ganando y sólo obtendré lo que regale. Superada la suave cuesta de los pómulos, los ojos se encontrarán y, desde el abrazo, la historia comenzará. Feliz Viaje.