Lo asociamos con pasión, alarma y destrucción. Le vemos el lado práctico para la cocina o el emocionante para las actividades extremas pero quizás no le prestamos la atención que deberíamos a cómo afecta nuestras vidas.
Si el fuego te domina serán comunes la cólera, la irritabilidad, los celos o las enfermedades digestivas y del corazón. En contraste, si no le das mucha cabida en tu rutina andarás falto de entusiasmo, disfrute y novedad.
El fuego es importante porque nos enseña a transformar a través de la acción y el movimiento. Su fuerza es expansiva, no se detiene y nos permite avanzar hacia nuestros objetivos. Además, es el único de los cinco elementos que brilla con luz propia (el agua puede brillar según el reflejo del sol o la luna) y capaz de activar a sus contrapartes. El entusiasmo, el gozo, el calor corporal y la sexualidad son representados por esta energía Yang. Activarla implica liberar miedos, resentimientos y parálisis desde la chispa inicial, construir caminos y quemar pasados. El agua es capaz de calmar o apagar este elemento.
Un dato curioso es comprender la relación entre el fuego y nuestro cuerpo. Este proporciona luz y nos permite ver en la oscuridad por ende, el sentido de la vista está muy ligado a su intensidad al igual que los pies que usamos para caminar cuando elegimos alguna dirección.
Expertos en psicología y corporalidad son capaces de distinguir qué elementos dominan a las personas. Sin embargo, yo no soy creyente de que uno solo basta sino que para ciertas etapas activamos uno sobre otros, no siempre.
Si te consideras una persona “fuego”, la creatividad, valentía y determinación destilarán por tus poros. Probablemente tengas un temperamento volátil y tus ambiciones sean muy grandes.
Tienes exceso de fuego si sientes:
- Irritabilidad
- Erupciones de piel,
- Reacciones a la defensiva
- Acciones impulsivas
- Problemas para dormir
- Inclinación hacia la venganza y la violencia
- Poco autocontrol, risas y adrenalina excesiva
Estás en falta de fuego si sientes:
- Pocas ganas para actuar o moverte
- Cero entusiasmo por la vida
- Culpa o represión por deseos
- Apatía
- Vulnerabilidad excesiva
- Poco apetito sexual
Puedes balancear este elemento adoptando los siguientes cambios:
- Cuida de tu proceso digestivo. El elemento fuego rige los asuntos del corazón y del intestino delgado, encargado de recibir y digerir los alimentos que consumimos. Eso implica que separa los nutrientes y desecha lo que no sirve por lo que, emocionalmente, cumple el mismo efecto. Si eres capaz de discernir qué información o experiencias te aportan mucho y cuáles rechazas a consciencia porque te aportan poco o nada, estás equilibrando esta energía dentro y afuera. Además, beber mucha agua, comer alimentos ligeros, crudos como frutas o verduras de temporada te ayudarán a bajarle un poco al exceso de fuego. Si al contrario, necesitas prender la chispa los pimientos y el jengibre serán idóneos para añadir a tu dieta.
- Evalúa tus relaciones. Cuando está en equilibrio el fuego, contagiamos de alegría y expresamos libremente cariño y aceptación a nuestros seres queridos. Buscamos unir y disfrutar juntos más que crear o escalar problemas. Mientras más auténticos nos sintamos y más queramos compartir con los demás, más sigamos nuestra esencia más cerca estamos de balancear este elemento.
- Medita. Quizás ya sabrás o has escuchado los beneficios de la meditación pero esta nos permite tranquilizar la mente y el cuerpo neutralizando las reacciones impulsivas y la irritabilidad ante sucesos fuera de nuestro control. La meditación nos centra para ver claramente qué nos duele, molesta o falta.
Era tan divertido quemar…