Sonrío confiada en que llegará el día en que mis hermanas, amigas y mujeres maestras que aún no he conocido descubran el tesoro de su existencia. Que las llamadas que reciba ya no sean de denuncias por ataques físicos o verbales, que el llanto sea reemplazado por un «ya basta» y no por un «hasta cuándo».
Brindo por el día en que vivan sin la necesidad de aprobación o cariño de ninguna persona, ni hombre ni mujer. Que no se sientan atadas a relaciones tóxicas por el qué dirán, por no quedarse solas, por la presión de tener hijos ahora, porque mejor revolcarse en lo enfermizo que aventurarse a respirar la salud que viene con la libertad.
Que confíen en que otra historia es posible y que no tiene porqué estar marcada de un trágico final.
Celebro el tiempo por ser el mejor consejero porque nos enseña en el cuerpo, la mente y el espíritu los estragos o las bendiciones que nos permitimos.
Celebro la búsqueda del conocimiento de mujeres y hombres por igual y la apertura y disposición para aprender a soltar (y transmutar) karmas de vidas pasadas, traumas de la infancia, maldiciones de linaje, experiencias innombrables, miedos personales, heridas sociales.
Sé que llegará el día en que despertaremos en luz y no nos asustará usar la llave de nuestra salvación. No nos asustará emprender nuevos caminos. No nos asustará sanarnos y multiplicar el amor a nuestro alrededor. Porque sí, merecemos amor y seremos capaces de recibirlo en la medida en que nos lo demos a nosotr@s mism@s. En la medida en que veamos en el otro, un resultado de contextos, y no nos sintamos en la obligación de cargar con sus maletas energéticas a cambio de satisfacer el ego…el suyo o el nuestro.
Qué dicha si me tocara ver tanta belleza revolucionaria en vida…qué dicha sería si nos alcanzaran los días.
Lo/as quiero y son querido/as por el universo entero.
Namasté ayer, hoy y siempre.
-Natalia