Qué me llevó a repensar el mundo


 

En mi encomienda por explicar el mundo comprendí que solo reproducía una visión negativa y hegemónica del sistema:

  • Donde vemos conflictos que no tienen fin
  • Donde vemos tensiones entre países y personas y dudamos de las intenciones de cada cual

Tuve que detener la grabación de la Agenda Internacional y las cápsulas para definir un nuevo plan de acción. Sin embargo, no contemplé lo complicado de esta tarea.

Tal y como les mostré a los participantes del taller Lectura Crítica de Medios el pasado mes de noviembre, nuestra percepción del mundo es principalmente mediática. Todo lo que ocurre no es más que una construcción que varía según quién lo interprete, los intereses de las empresas de comunicaciones, gobiernos en el poder y los actores que rigen las narrativas hegemónicas.

Tomó un tiempo interiorizar que inequívocamente la balanza del mundo, de las relaciones internacionales, se inclina hacia la guerra y no a la paz. Que se ha enmascarado la armonía entre personas, razas y pueblos bajo el concepto de la «seguridad». ¿Por qué? Porque se ha normalizado o centralizado la noción de que el ser humano es egoísta por naturaleza y de acuerdo a los realistas, primera escuela de pensamiento de RRII, los Estados también.

Analizamos bajo el crisol de que nuestra naturaleza ya está descifrada, de que somos egoístas y por ende, cualquier intento de suprimir el ego es una farsa. ¿Cómo podemos esperar que los Estados hagan igual?

A este punto, debo reconocerles que por varios meses estuve peleada con el periodismo por reproducir ciclos de negatividad y destrucción que sólo beneficiaban a los que buscaban controlar a la población.  Tuve un momento en 2017 en que no quería reportar más, mis manos se rehusaban a escribir y sentía bloqueos físicos a lo que mi mente procesaba como un engaño.

Llegué a sentir que, como reporteros, habíamos caído en el juego y que no teníamos poder decisional. Incontables veces me decían mis colegas, es que proponemos buenas historias, cosas positivas, nuevos ángulos pero nuestros editores nos dicen que nos olvidemos, que eso no vende. Además, escuché el lado de los editores que me decían que la presión venía de la gerencia porque claramente, el periódico, página web, canal de televisión era una compañía con fines de lucro y había que complacer a los anunciantes con temas que dieran ratings.

Y se normalizó que el ráting sólo podía venir del sufrimiento propio o ajeno. Porque en este lado del charco, nos enseñaron que sufrir era parte de la vida y que los budistas con sus vainas de «sufres porque vives en el pasado o en el futuro y no en el presente» eran pamplinas. Pintaron la metafísica y las disciplinas orientales como esotéricas, lavados de cerebro, demasiado aire que no tenía practicalidad. ¿Quién fue el o la genio y con qué propósito?

Cuestionar lo aprendido era y es mal visto. Cuestionar lo que hay es un desafío a la norma y más importante aún, conlleva una gran responsabilidad. Porque cuando despiertas ya no puedes recostarte y seguir de víctima, despertar implica actuar y muy pocos adultos queremos aceptar esa carga. Más porque no hay un solo camino, una ruta que solucione tantas vertientes que nos afectan.

Me tomó un tiempo dialogar sobre esto con múltiples maestros y colegas internacionalistas para comprender el entramado de este sistema. Lo nocivo que es y en qué nos está (y ha estado) convirtiendo. Inseguridad, pobreza, desigualdad, violencia, ciclos que se repiten y acciones para contrarrestarlos que parecieran no ser suficientes.

La lucha del bien contra el mal pero el mal es más fuerte. Así nos lo recuerdan los medios, los gobiernos, los vecinos con sus miedos y advertencias.

¿Qué origina esta mentalidad? Yo no tengo una respuesta concreta.

Los suscriptores del boletín de Cosmopolita  y los seguidores del blog habrán notado que he dado un giro más filosófico, holístico y sociológico a los análisis y al contenido. En esta etapa de mi vida, hoy les reconozco que ya no puedo ser parte de este ciclo dañino, que no hago ningún servicio positivo reproduciendo la misma negatividad que ya hay.

Por eso estoy en mi proceso de realizar cambios, que sé que no se darán de la noche a la mañana pero que espero que con esta redirección el blog y nuestra comunidad pueda encontrar espacios seguros de diálogo, deconstrucción y reflexión sobre nuevas formas de pensar individual y colectivamente.

Estoy consciente de que no todo en la vida es un paseo al parque ni que los sistemas políticos, económicos y sociales son lo mejor que puede haber pero sí es importante que nos abramos a la posibilidad de que así puede ser y así será si lo proponemos.

Como habrán leído en el post Equilibrar la dualidad, en 2017 pasé por un programa espiritual para aprender a hacer balance interno entre mi luz y mi sombra.

Al iniciar el 2018, he buscado la forma de extrapolar ese concepto a lo internacional pero todas mis hipótesis me llevan a la misma conclusión: hay que hacer trabajo interno.

  • Identificar qué nos enseñaron y a qué nos exponemos
  • Deconstruir y repensar el origen de nuestras relaciones (personales, profesionales, políticas, internacionales, etc)
  • Abrirnos a descubrir, aprender y construir nuevas formas de pensar y vivir que supongan un crecimiento holístico del ser humano y la Humanidad por extensión

Abrirnos a que la ruta hacia el ser puede ser muy diferente de persona en persona, que lo que me sirva a mí puede que no te sirva a ti. No por eso dejemos de despertar y conocer.

Emprendamos caminos y compartamos procesos, si están abiertos, en comunidad.

Yo estaré más que dispuesta al diálogo. Aprendamos.

-Natalia

 

 

 

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