Estos últimos tres meses han sido para mí los más difíciles de este año pero la mejor decisión que tomé fue viajar a Bogotá a sanar y conocer a tantas mujeres luz que han marcado mi proceso de crecimiento personal durante tanto tiempo.
En vez de entrevistarlas como era el modus operandi cuando era periodista, me dediqué a agradecer como lectora. Agradecer por las palabras que necesitaba escuchar, por las auras y presencias que necesitaba sentir.
Esta semana fui seleccionada para asistir a la conferencia Mujer Aló Inspira a conocer emprendedoras ilustres y entre ellas Antonina, cuyo libro me ayudó en el proceso del despertar de la diosa femenina.
Antes de que llegue el próximo 6 de diciembre, les hago una invitación a emprender la dieta del perdón y la gratitud sobretodo con ustedes/nosotras mismas. Caminemos liviano, agradezcamos las 1,000 puertas que no abrieron y las personas que nos rechazaron, gritaron, traicionaron. Todo nos ayudó a ser lo que somos hoy.
Hagamos paz con lo malo y enfoquémonos en la tarea de honrar lo bueno que nos dejó.
Hace unos días no me era fácil agradecer todo lo que viví. Pero sin duda fueron todos los obstáculos los que hicieron el 2017 un año de aprendizaje para reprogramar la mente, adueñarme del cuerpo y celebrar el espíritu a través de la danza, el reiki, el theta, el EFT, las mandalas, aurosoma, terapia angelical, buena nutrición y el tantra.
Con estos últimos eventos busco darle fin a un período oscuro y caótico en el que me costó reconocerme como canal de luz que une, que expande, sana y armoniza.
Dolió por tantas creencias limitantes inculcadas por mi familia, la sociedad, los golpes de la vida…
¿Por qué nos cuesta trascender?
Nos cuesta aceptar que se vale equivocarse.
Cuesta aceptar nuestro ser y potencial porque nuestras sociedades nos enseñan a que somos insuficientes, incompletos, llenos de fallas.
Cuesta fluir porque nos enseñaron que la lucha es normal, que debíamos sacrificarnos para obtener todo lo que queríamos.
Puede que ahora no veamos la solución pero los mensajes y las señales para salir del drama están a nuestro alcance, sólo cuidemos nuestra frecuencia.
Cuidemos nuestras palabras, entornos y silencios. Somos antenitas. Dejemos ir lo que no vibre con nuestros sueños o forma de ser. Solemos aferrarnos a personas y cosas que nos hacen daño por miedo a lo que pasará después, por miedo a la soledad, al qué dirán, al vacío.
Sin embargo, sólo en el trayecto para elevar nuestra conciencia entenderemos que el universo no entiende de vacíos. Es decir, el cambio es necesario. Para llenar un espacio de luz, primero hay que vaciarlo. Hagamos el ejercicio de saber qué pensamientos ocupan nuestra mente, sólo así veremos si nuestro alrededor es un reflejo de esa frecuencia. Si no nos gusta, atrevámonos a trascender.
Dejemos a un lado la culpa, nadie dijo que sería fácil y sencillo crecer.
Cuidémonos. Seamos amables con nosotr@s mism@s en nuestros respectivos procesos.
Recordemos que todo es espejo, somos capaces de ver amor porque somos amor. Y si las respuestas no aparecen cuando más las necesitamos, hagamos un repaso de nuestro interior.
¿Cuándo fue la última vez que escuchamos nuestro corazón?
Menos pensar, más sentir.