Es un vacío de sonido lo engloba todo. Intentar oír tu propia voz es inútil.
Hoy no era el día más idóneo para ir a la laguna Quilotoa. El pronóstico del tiempo vaticinaba lluvias torrenciales y de regreso nieve comenzó a caer en los cerros.
Tampoco empezó bien para mí con una caída aparatosa en la mañana que dejó parte de mi cuerpo paralizado. Sin embargo, algo me decía que fuera a pesar del dolor.
Cuando llegué no habían turistas, solo los operantes de hostales cerca de la reserva. Niños regresando a sus casas de la escuela; algunos los perseguían las ovejas.
Descubrí por qué lo llamaban un lugar sagrado. Y bendije cuántos tropiezos tuve para llegar ahí.
Benditos sean estos centros energéticos que son un reflejo del más puro amor. Cuando la brisa tenue te abraza para reiterarte que no estás sola, que eres suficiente sólo por existir. Pero más importante decirte con la quietud que aquí eres parte de un todo porque tú también eres el todo. Que las preocupaciones creadas por la sociedad sólo son desvíos, distracciones de lo esencial.
Solía decirle a mis amigos que cuando tuvieran que tomar decisiones se sentaran debajo de un árbol, después cambié y les pedía que abrazaran un árbol. Hoy pienso que es mejor que respiren conscientemente, que se pierdan en la majestuosidad de la madre naturaleza.
La Tierra nos enseña a amar, sanar, vivir. Quien busque maestros en otra parte pierde su tiempo.
Permitámonos la apertura para sentir el pulsar, conectémonos con la fuente de vida universal y seamos conscientes de cómo la usamos, cómo nos referimos a ella.
Somos abundancia porque ella es abundancia. Regresemos a ella. Conservémosla.
(Fotos de Natalia Bonilla, Ecuador 2017)
Muy buenas fotos