Por algún motivo, ser mujer experta en algún campo siempre lleva a que los hombres (y algunas mujeres) te cuestionen: tus conocimientos, tu experiencia y tu forma de obtener las dos.
El hecho de tener que «defender» y «legitimar» nuestra voz y aporte hasta en las esferas más importantes (intelectuales, internacionales y de poder) es otro comprobante más de que el sistema NO NOS RECONOCE a las mujeres como sujetos políticos. NO SE NOS RECONOCE como ciudadanas en pleno derecho aún en las industrias más elitistas y en las clases sociales más altas.
Para efectos de muchos, «somos accesorios» con los ovarios de querer hacer más. Y eso está mal. Los accesorios no hablan, no luchan, no protestan. Sólo sirven para posar y cumplir órdenes técnicas. Si rompen con esa idea, si hablan, si actúan…son defectuosos y hay que mandarlos a callar, a botar.
Es menester que las mujeres interioricemos la subjetividad política. Que construyamos y/o reconstruyamos nuestras identidades y nuestro valor en base a lo que elegimos ser por encima de lo que la sociedad dicte que debemos ser y hacer. Es importante que una vez descubramos ese poder (cuerpo, mente y alma), lo exterioricemos en espacios públicos y privados. La tarea más ardua de todas será la lucha por el reconocimiento. Tener que defender lo que somos, hacemos y aportamos una y otra vez.
Esta va a ser la lucha más importante de nuestras vidas: demandar (y actuar para) que se nos reconozca como personas en igualdad de condiciones independiente de nuestro sexo en cada país, región y alrededor del mundo.