Toda persona exiliada (a fuerza o voluntad) corre el riesgo de perder quién era antes. Lo usual es buscar reafirmar la identidad nacional en el nuevo país de acogida pero si este es similar en cultura y topografía al lugar de origen, las líneas pueden cruzarse. Esa confusión generó una crisis para la comunidad del exilio cubano en Puerto Rico.
Por Natalia Bonilla
“Yo tengo un refrán. Para ‘gufearmela’ yo digo que ‘soy universal’. Nacido en Cuba, criado en España y educado en Puerto Rico y americano. Es una mezcla que tenemos, pero de verdad nosotros nos sentimos muy puertorriqueños. Pero siempre tenemos esa semillita cubana. Esa nunca se nos va quitar.” Así inicia conversación Evaristo González, hijo de padres cubanos que emigraron de su país natal cuando él era todavía un bebé tras la caída del régimen de Fulgencio Batista. Evaristo es uno de los más de 20 exiliados cubanos entrevistados en el documental Ecos del Exilio (2013), que junto a sus padres y hermana ha hecho de Puerto Rico su territorio de residencia.
La popular frase de la poeta puertorriqueña Lola Rodríguez de Tió: “Cuba y Puerto Rico son de un pájaro las dos alas”, es un buen punto de partida para analizar la afinidad de culturas de ambos pueblos caribeños así como también, para entender cómo tres generaciones de exiliados cubanos han podido integrarse parcialmente a esta sociedad. Hago énfasis en el término “parcial” porque, a diferencia del exilio cubano en Miami -que es un colectivo más unificado y político que ha reafirmado su identidad nacional en EE.UU.-, el exilio cubano en Puerto Rico ha experimentado confusión sobre su identidad nacional.
La identidad nacional involucra un sentimiento de comunidad política e histórica con valores y tradiciones comunes, según Anthony Smith (1991). Por siglos, este sentimiento ha sido afectado por el fenómeno del exilio que supone una ruptura con la seguridad identitaria. El sociólogo Jorge Duany explica que “el término exilio usualmente se refiere a personas que salen de un país por razones involuntarias, especialmente políticas o religiosas, por miedo a la persecución, por sus ideas o por su pertenencia a un grupo étnico. Y en el caso de los cubanos, esa primera oleada de personas que salió de Cuba después de 1959, generalmente se definía como exiliados porque asumían posiciones contrarias al gobierno revolucionario de Fidel Castro y cuando llegaban a Estados Unidos eran admitidos como refugiados políticos. En ese sentido, pues también la motivación principal de su salida era ideológica, su discrepancia con el gobierno revolucionario y como tales fueron admitidos en los Estados Unidos bajo esta categoría legal de refugiados políticos.”
En Puerto Rico hay tres olas de migrantes cubanos. Según Duany, en su presentación “Cuba-Ricans: The Rise and Decline of the Cuban Community in Puerto Rico”, se calcula que los radicados en la isla para la década de 1960 ascendían a 20.000; en 1970, 10.000; y luego se registró una merma de 3.000 a 2.000 en las tres décadas subsiguientes. Actualmente, según datos provistos por Duany, el colectivo está integrado por unos 20.000 exiliados cubanos que residen en el territorio.
No obstante, a pesar de los años el exilio cubano no ha logrado formar una sólida definición de sí mismo como minoría. Al dejar su tierra por las específicas circunstancias políticas y económicas, la identidad nacional del exiliado tuvo que ser “recreada” para adaptarse al nuevo espacio territorial de residencia y, a su vez, fue sujeto a la incorporación directa e indirecta de otros valores y símbolos. (Del Aguila, 1998).
“La Cuba de la nostalgia” es un concepto que Duany (Ecos del Exilio, 2013) reafirma para analizar por qué la primera ola ha reafirmado su identidad nacional, a diferencia de las otras olas migratorias de las últimas décadas, buscando traspasar a sus descendientes su cultura. Así el experto califica a los emigrantes de 1960 y 1970 como “personas que generalmente cuando miran atrás con cierta nostalgia recuerdan un periodo de su vida que realmente no se puede repetir. Hubo una ruptura muy marcada antes y después del 59, y esa Cuba de ayer, esa Cuba de los años 50, realmente es una Cuba imaginaria, una Cuba de la nostalgia”. Asimismo, Concannon (2013) expuso que el exilio cubano a diferencia de otros migrantes latinoamericanos esperan el regreso de una Cuba que no va a regresar.
El periodista Jay Martínez emigró de Cuba en la década de 1980, en balsa, cuando era un joven adolescente. Para él, la falta de cohesión social entre generaciones de exiliados en Puerto Rico se debe a percepciones distintas de la patria y su futuro.
“Muchas veces esos cubanos no entienden por qué nosotros tenemos nostalgia. Porque entonces ellos entienden: ‘Si ustedes nacieron en la Cuba fea, en la Cuba de Castro, entonces ¿qué nostalgia tienen ustedes?’ En nuestra generación, también yo tengo mi nostalgia. Yo tengo recuerdos de mi infancia en Cuba, de mi secundaria básica, de mis premios universitarios, de mis amistades, de mis novias, de mi cine del barrio. Y eso tú lo llevas contigo”, dijo Martínez.
El regresar a su patria es un deseo cada vez más creciente para Martínez y otros exiliados cubanos que ven los años pasar y siguen sin ocurrir cambios en el régimen. Sin embargo, volver significa aceptar el rechazo de un pueblo que puede, no considerarte parte de él.
“Sé que cuando llegue a Cuba voy a ser un extranjero para los cubanos que están allí. Ese es otro problema. Cuando los cubanos llevaban mucho tiempo aquí cuando llegábamos allí decían: ‘No soy de allá ni soy de aquí.’ Porque aquí nunca me van a considerar puertorriqueño tampoco,” relató.
El principal reto que encara el exilio cubano en Puerto Rico es la lucha con la nostalgia que les impide definir su identidad nacional. Sin importar la ola migratoria a la que pertenezcan, la adaptación a la isla ha sido parcial porque dependiendo de sus motivos particulares, anhelan el día en que puedan regresar a Cuba una vez más. De acuerdo con Kevin Concannon, autor de “The Politics of Waiting: Transnational Identity and Exile in Achy Obejas’ Ruins” (2013), los exiliados permanecen metafóricamente sin hogar en su lugar de residencia, extraños a sus prácticas y planes y que refuerza la teoría de que la migración es un constructo temporal y espacial que afecta la identidad nacional.
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Este artículo forma parte de la investigación académica escrita por Bonilla, “La crisis de identidad nacional del exilio cubano en Puerto Rico”(2016).
Para ver el documental Ecos del Exilio (2013), puedes acceder aquí.