Cuán traspasable es una línea roja


La reacción militar de EE.UU. al uso de armas químicas por parte del ejército de Siria contra la población civil al sur de Idlib fue un disuasivo táctico para mostrar fuerza sin adentrarse en la complejidad del conflicto armado ni la realidad diaria de las víctimas y, eso, es preocupante.

La teoría circundante es que Donald Trump como presidente de EE.UU. quiso enmendar la inacción de su predecesor Barack Obama. Ante los informes del uso de armas químicas por parte del Gobierno de Bachar el Asad y otros grupos rebeldes, el exmandatario norteamericano indicó en una conferencia de prensa en 2012 que el uso de gas sarín (hasta 20 veces más letal que el cianuro) y otras armas químicas sería “una línea roja” que no debía cruzarse porque sino su Administración tendría a su cargo ejercer “graves consecuencias”.  No fue hasta un año después que las palabras de Obama fueron puestas a prueba con el ataque químico en la provincia de Ghouta, el 21 de agosto de 2013. En ese entonces, las víctimas mortales variaban entre las 500 y 1.500 personas (dependiendo de las fuentes consultadas).

Obama no ordenó un ataque inmediato contra el ejército de Asad ni los rebeldes, para ello buscó la aprobación del Congreso muy a pesar de que, como comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, tenía todo el derecho de ordenar una misión. Por la vía diplomática, la participación de EE.UU. en el conflicto armado sirio tomó otros frentes dejando atrás la posibilidad de una intervención humanitaria y sin recurrir a la tan necesaria herramienta de “responsabilidad para proteger”. Sí, envió aviones militares y ordenó la capacitación de miembros de la oposición pero siempre de lejos, respetando -y a la vez, no- la soberanía de Siria. 

A diferencia de Obama, Trump recibió el aval de la OTAN (una alianza intergubernamental de carácter militar) por su decisión la semana pasada tras ver las perturbadoras imágenes del ataque en Idlib.  Decía Jens Stolberg, secretario general del organismo, que “el régimen sirio es el responsable absoluto de esta novedad” y que el uso de armas químicas “no puede quedar sin respuesta«. Así también, recibió amenazas por parte de sus homólogos rusos e iraníes que condenaron el lanzamiento de 59 misiles Tomahawk contra una base militar siria. Por horas, hubo medios que cuestionaron si estábamos al borde de presenciar el inicio de la Tercera Guerra Mundial.

La degradación del conflicto armado en Siria podría ser un inicio. Hay demasiados actores políticos (y armados) envueltos, desde Estados, rebeldes, terroristas, multinacionales y los civiles de por medio. El escenario actual es considerado el mini-tablero de una guerra donde se disputa el control (hegemonía) sobre Siria, la región del Medio Oriente y por extensión (viendo las acciones de algunos Estados involucrados), el mundo.

De este hecho surgen varias preguntas. ¿Por qué hay más condena el uso del gas sarín que a las masacres, torturas, bombazos de civiles? Si cada uno de esos actos violaciones al derecho internacional. Si Asad dijo que destruiría las armas químicas que tenía en su poder después del ataque de 2013, ¿por qué volvió a incluirlas en su arsenal?

¿Por qué es tan crítico el papel de EE.UU.? El rol de cada Administración estadounidense en cualquier conflicto supone un dilema interno y externo. Se pide intervención para ayudar a las víctimas civiles pero se duda sobre los intereses de la nación norteamericana, si quiere invadir, violar la soberanía de un Estado o saquear recursos. No se pide la intervención y se critica la inacción porque cuenta con más recursos monetarios y militares que otros estados para desplegar fuerzas. Entonces, más allá de la política exterior de promover la democracia y visión de mundo estadounidense, ¿qué respuesta es la correcta? Porque si accede a los llamados -internos o externos de acción-, el costo político a nivel doméstico será mayor mientras más tiempo pase y el conflicto no se solucione. Tal fue el ejemplo de la Administración de George W. Bush con las guerras de Afganistán e Irak. Tal fue el costo menor que tuvo la Administración de Obama con esos mismos conflictos tan pronto anunció la polémica retirada, dejando tras de sí un vacío de poder en estos lugares para beneficio de los grupos yihadistas.

Si pensamos en números, la respuesta militar de EE.UU. debió responder al ataque de Ghouta en 2013 y no al de Idlib. Hubiera acabado con la violación al derecho internacional de raíz o no, hubiera escalado el conflicto, pero el mensaje quedaría claro. La línea roja que no debe traspasarse es el uso de armas químicas contra la población civil. Si las violaciones a derechos humanos y crímenes de lesa humanidad son producto de escenarios de inestabilidad y violencia directa (como si, en un mundo tan real como imaginario, fueran motivo de menor indignación para -¿la moral de?- los Estados), al menos respetar la Convención de 1997. 

Sin embargo, las vidas de miles de sirios siguen sin importar lo suficiente. Sigue sin importar que Asad continúe en el poder y traspase la línea roja año tras año. Sigue siendo más sensato para los Estados del Medio Oriente y Europa -fuera de los aliados de Asad (Rusia, Irán)- mantenerse al margen del conflicto armado en Siria porque, ¿quién quiere meterse allí? La lógica dicta que es mejor aceptar refugiados que enviar tropas o declarar una cruzada en el país a favor o en contra del Gobierno. A favor o en contra de Al Nusra, el Estado Islámico o algún otro de los incontables e indefinibles grupos rebeldes. Porque vale más la duda ante una pregunta como “¿por qué se lucha?” que buscar aplicar la responsabilidad de proteger.  Y si la duda pesa más que todas las horripilantes líneas rojas que todos los actores internos y externos al conflicto armado en Siria han cruzado, entonces el sistema político y de derecho internacional ha fallado.

Cuántas líneas rojas más hay que traspasar para reconocer que el “nunca más” siempre, siempre, fue una quimera…

A continuación, una lista de lecturas recomendadas:

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(Imagen de portada tomada de Annenberg Digital News, créditos FreedomHouse-Creative Commons)

1 comentario

  1. No hay que esperar mucho de Trump. Solo quiere hacer algo que lo haga ver bien, con el terrible papel que ha hecho como presidente. Lo de Siria es solo una oportunidad, una excusa.

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