Facebook Live tomó la iniciativa el pasado lunes de transmitir en vivo la batalla que libran las fuerzas iraquíes y kurdas contra el Estado Islámico (EI) en Mosul, una de las ciudades más importantes de Irak y considerada la capital de facto del grupo yihadista.
Medios internacionales como Al Jazeera y Kurdistan 24 se unieron a la retransmisión de los eventos en Facebook Live ampliando así el alcance de los usuarios que, a través del Internet y las redes sociales, podían ahora ser testigos de la guerra. Verla sí pero, ¿entenderla?
La decisión de transmitir un conflicto armado tan complicado como el que existe con el EI no cumple con el objetivo de espectacularización ni recrea tan siquiera la fórmula de periodismo de guerra de VICE. Un «like» o una carita enojada o triste no genera un movimiento. En cambio, lo que hace es sentar las bases para que se expanda la desensibilización colectiva ante la violencia directa que por años se ha evidenciado en países del Medio Oriente.
Para los que vivimos en otro continente o zona geográfica, las imágenes podrían alejarnos más de lo que nos acercan porque la tendencia es que, a mayor exposición a los sucesos violentos, menos similitudes encontramos con la realidad de los sujetos grabados y su sufrimiento. Eso sumado a que el contenido presentado no cuenta con información de contexto cultural, social y político, necesaria para ayudar a los espectadores a situarse y entender qué es lo que ven.
Dentro de los riesgos que presenta esta transmisión, se debe reconocer como ventaja que permite que tengamos un referente visual directo sobre lo que ocurre y que podamos contrastar la información provista por fuentes oficiales. Lo visto puede ser documentado y denunciado.
Sin embargo, el peligro está en que la iniciativa propicie el consumo de violencia directa para fines recreativos, revelando así un lado oscuro que trasciende las obras de cine y fotografía. Invita a los usuarios a convertirse en espectadores, y hasta cómplices, de una barbarie como la que se desata en Irak y supone un riesgo para el llamado de ayuda de las víctimas y la seriedad con que se tome la eventual cobertura de este tipo de noticias.
Cuando vemos material crudo, a distancia y sin filtros para distinguir quién es quién, ¿qué líneas se cruzan? Realmente, ¿nos informamos o desinformamos?
En su ensayo «Ante el dolor de los demás» , Susan Sontag explicaba la reacción de los ciudadanos ante las fotografías de guerras que más que provocar acción, generaba miedos, intereses lascivos y desinterés, entre otras emociones.
¿Qué se hace con el saber que las fotografías aportan del sufrimiento lejano? Las personas son a menudo incapaces de asimilar los sufrimientos de quienes tienen cerca. Aunque se les incite a ser voyeurs —y posiblemente resulte satisfactorio saber que Esto no me está ocurriendo a mí, No estoy enfermo, No me estoy muriendo, No estoy atrapado en una guerra— es al parecer normal que las personas eviten pensar en las tribulaciones de los otros, incluso de los otros con quienes sería fácil identificarse.
(Foto de portada: Al Jazeera/Facebook)
Por otro lado, hay fotografías las cuales han sido invaluables documentos de los conflictos armados, y han causado repercusiones importantes en las sociedades donde se muestran.
Estoy de acuerdo que «banalizarlo», y simplemente transmitir «lo que sea» no es el camino. Pero ignorarlo y no retratar el sufrimiento de la guerra es otro extremo a evitar.
¡Hola Corsario! Sí, yo considero que la cobertura es necesaria pero debe ser curada porque sino cualquiera puede tergiversar lo que ve. Una fotografía vale más que mil palabras sí, pero también si uno se queda con la imagen y no sabe el contexto poco puede motivar al cambio. Por ejemplo, la fotografía de Aylan Kurdi logró impactar porque venía con una descripción, una historia detrás, el niño era hijo de refugiados sirios y murió ahogado mientras su familia buscaba escapar a Turquía.
¡Un saludo!