El uso de lenguaje de guerra al cubrir negociaciones de paz


«La primera condición para la paz es la voluntad de lograrla.» – Juan Luis Vives

Hoy participé de un seminario impartido por el periodista y profesor, Alvaro Sierra, quien reflexionó sobre la

colombia post 3 Esta fue la última foto que tomé en la plaza del Canal Capital, horas antes de partir. Vista que inspiró esta entrada de blog.
Bogotá, Colombia, 2014. Foto por Natalia Bonilla.

cobertura de las negociaciones de paz en La Habana, uno de los pasos más adelantados para acabar con el conflicto armado en Colombia.  Invitado por la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano, Sierra fue muy claro en aseverar que «estamos cubriendo la negociación con el lenguaje de la guerra» y que dado el contexto histórico, la prensa no debería tener preferencia con los actores y emplear la narrativa de buenos v. malos porque el conflicto no es blanco y negro, tiene muchos matices.

A su juicio, y contrario a lo que periodistas extranjeros podamos pensar, los medios de comunicación en Colombia deben reportar el conflicto con un lenguaje neutral y, por ejemplo, no decir que el ejército del Estado ‘sufrió una baja’ mientras que los guerrilleros o paramilitares ‘mataron un ciudadano’.

Esto genera un debate muy interesante sobre cómo usualmente atribuimos la ‘bondad’ e ‘inocencia’ a las fuerzas del Estado, porque ‘se supone que debe protegernos’ y, sin embargo, en el conflicto armado que continúa desde hace más de 50 años en el país sudamericano ya no hay partes simétricas. Todos los actores principales en el conflicto, los soldados, los paramilitares y los guerrilleros, de la FARC y otros grupos, han violado las leyes nacionales e internacionales y degradado, hasta cierto punto, la moral social.

Precisamente, hace poco la organización Human Rights Watch publicó un informe en el que denunciaba las ejecuciones extrajudiciales que realizaba el propio ejército colombiano, lo que considero una gran muestra de la doble moral del Estado. La violencia creada y deformada a conveniencia por las fuerzas de autoridad es solo un complemento de la campaña de los políticos, que se jactan de prometer la paz y que sólo han abaratar su significado con el pasar de los años.

Sierra, quien fuera por una década corresponsal en Rusia, Asia Central y China del Grupo Diarios de América, enfatizó en que la cobertura de las negociaciones de paz en La Habana, Cuba, ha sido inclinada hacia la cobertura de la guerra y no a la búsqueda de reconciliación, de justicia transicional, de un escenario post-conflicto. «Hay que darle más peso a lo que pasa en la mesa», dijo, porque según explicó la mayoría de los medios de comunicación pueden enviar reporteros a cubrir sucesos en varias partes de Colombia pero lo que sucede en la isla caribeña debe ser atendido con mayor importancia. En torno a los acuerdos que están siendo evaluados, las propuestas de desescalamiento, presentan mayores probabilidades de ser aceptados por todas las partes involucradas.

También, destacó que los medios de comunicación nacionales «no han sido capaces» de aterrizar los acuerdos en La Habana a cómo afectarían directamente la vida cotidiana de las personas del campo que sufren el conflicto. En ese sentido, tiene la razón.

La falta de conexión entre lo que sucede en una negociación muy trancada, con múltiples actores que quieren ‘perder’ o ‘arriesgar’ lo mínimo, ha generado mucha apatía en las comunidades implicadas. Inclusive, el periodista resaltó, ante una pregunta de un colega, que el rol de la prensa -en este punto de la coyuntura- no es ofrecerle esperanza al pueblo porque «las FARC y el Gobierno son los que pueden devolverle la fe» al pueblo colombiano.

«Los periodistas no somos activistas de la paz. Nuestro rol es informar», dijo Sierra.

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