Rusia, Estados Unidos y la Unión Europea se reunieron el pasado jueves en Ginebra con los líderes interinos de Ucrania para hallar una solución a la crisis social y política que enfrenta ese país.
En el evento se alcanzó un acuerdo que comprendía cinco puntos principales: todas las partes deben evitar la violencia y el uso del lenguaje de guerra incluyendo palabras como “extremismo, racismo o intolerancia religiosa”; todos los grupos rebeldes deben ser desarmados; amnistía será concedida a aquellos protestantes de grupos separatistas que entreguen armas y abandonen los edificios ocupados; la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) velará porque se cumpla este acuerdo; y la reforma constitucional que se contemple debe ser inclusiva y transparente.
Tras la anexión de la península de Crimea a Rusia, mediante un referéndum que Occidente se rehúsa a reconocer como válido, la situación en Ucrania se ha deteriorado. Grupos separatistas prorrusos emprendieron una agenda de desestabilización en ciudades como Donetsk y Mariupol ocupando edificios públicos exigiendo y diseminando el terror entre la población.
El detrimento del conflicto podría incurrir en una eventual guerra civil o la interferencia de la OTAN y la respuesta militar inmediata de Rusia.
Para el próximo 25 de mayo se realizarán los comicios presidenciales.
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