He pasado por numerosos ciclos en los últimos dos años. Me he desprendido de múltiples miedos e incontables apegos materiales.
He llorado la pérdida de seres queridos, arrebatados por la vida, el crimen o la voluntad individual. He sufrido por los sueños y los amores frustrados por las circunstancias.
He alcanzado el estado cero.
Aun así, he logrado mayor perspectiva y visión. He desarrollado un fiero deseo por la libertad. He valorado más que nunca la soledad. He conseguido enfocarme en mi camino y dejar atrás todo lo que no aporte a mi felicidad. He crecido y al hacerlo, me he dado mi justo lugar. He aprendido a no tomarme muy en serio y soltar todo aquello que no puedo controlar.
Reconozco que a veces se gana, perdiendo. Mucho pero mucho más.
Llegar al estado cero me hace cuestionar mi existencia, mi aporte a la sociedad, mi legado hacia ella. Me despoja de las expectativas ajenas y los ruidos de mis propias inseguridades. Me obliga a tomar decisiones para seguir, elegir y responsabilizarme por mi ruta.
Antes temía el estado cero. Lo veía como un fracaso o un apocalipsis.
Hoy no. Hoy al cero lo acepto como algo más que un número: una oportunidad de oro para reconstruirme.
Hay una belleza muy grande en el pasar del tiempo: te enseña a amar este único día. Te revela con quién vale la pena compartirlo porque mañana, nadie sabe realmente qué pasará.
Creo que ésa es la mejor manera de vivir.